Mi regalo de reyes

Hay regalos y regalos, algunos se pueden encontrar con relativa facilidad en grandes almacenes o tiendas pequeñas y hay otros que no se venden, porque hay cosas que no se pueden comprar. Este post trata sobre los segundos, aquellos regalos tan especiales que se quedan impresos de forma indeleble en la memoria de quien los recibe; ésos que te marcan para siempre, que te dejan su huella y que siempre, siempre, tienen consecuencias para quien los hace y quien los recibe.
Son esos detalles especiales que para algunas personas pasan desapercibidos, pero para otras, ésas que tienen una sensibilidad más especial, o que, simplemente, están mas inspirados en un determinado momento y lo descubren enseguida.
Por ejemplo, esa sonrisa limpia con guarnición de estrellitas en la mirada que algunos sentimos cuando vemos a algún amigo después de tiempo sin tratarnos; o ese mensaje de whatsapp que te llega hasta lo más profundo porque lleva implícito o explícito un cumplido de tal calado que te hace ruborizar; o esa sencilla mirada fija en tus ojos, que es de todo menos sencilla... tantas cosas que se pueden vivir en un segundo y que pueden tener repercusiones de mucho tiempo.
Uno de esos grandes regalos es, se me ocurre ahora mismo, dedicar este post a alguien muy especial para mí. No, tranquilos, que no voy a decir su nombre ni bajo tortura. Pero éste, justo éste es para esa persona, para ti, querido lector de mi blog, sí, tú. Que no me sueles decir nunca nada sobre mis escritos, que parece que pasas mucho de mancharte los dedos con las teclas y te escondes en el muchísimo trabajo que tienes pendiente en esa vida que te lleva poco menos que en volandas.
Este es para ti. Es mi regalo de reyes con retraso. Porque me da la gana y soy la "dueña" del blog. Para ti, porque me has regalado mucho de tu tiempo, en calidad de la buena y también en cantidad; porque has sabido siempre estar a la altura de las circunstancias, en silencio, a mi lado, soportando mi mal humor de antes, mi genio y mis arrebatos. Porque, como dice mi profeta favorito, me supiste dar una palabra de aliento cuando estaba abatida, apoyarme en los momentos más duros y porque tu silencio siempre me ha hablado mucho de ti.
A estas alturas de mi vida he llegado a la conclusión de que el mejor regalo de Dios para mí habéis sido los amigos, los que habéis estado siempre a mi lado, por mí y a pesar de mí. Sois siempre una caricia para mi corazón, reír con vosotros, cocinar para algunos de vosotros, compartir tiempo, conversación, incluso traducir un cd completo de Michael Bublé mientras íbamos de viaje en coche (¿te acuerdas?) ha sido un regalo, un verdadero regalo de Dios.
Mi regalo de reyes también es para los demás que leéis este blog: para mi amiga-hermana más veterana, con su saber hablar sin filtros (¡qué momentazos hemos compartido, chica!); para mi superamigo de comidas y cenas en convocatorias fallidas (tampoco nos quedamos atrás, ¿verdad?) pero que siempre gozamos uno de la compañía y de la conversación del otro; también para mi hermana del alma, compañera de fatigas y trabajos, de risas y de lo más grande y maravilloso que me ha pasado en los últimos años (Dios te recompensará, no lo dudes). Cómo no recordar a mi amiga en la distancia física, que no química, esa preciosa mujer a la que conocí de adolescente y con la que me une una amistad de las buenas, forjada en caminatas de casa al instituto y viceversa, inventándonos el primer spanglish de la historia y que siempre nos hacía reír a carcajadas. Mi amigo y lector silencioso, devoto súbdito del rey, rockero de pro y al que siempre llevaré en mi corazón por su saber estar y su inmenso y bondadoso corazón (también Dios te recompensará, no lo dudes nunca).
Sois tantos y tan buenos, que no hay ni palabras ni blogs suficientes para dar gracias a Dios por teneros tan, tan cerca de mí ahora mismo. Os quiero, queridos amigos, os quiero y mucho. Igual no os lo he dicho bastante, así que ahora aprovecho para repetíroslo.
Acabamos de empezar el año, y espero, deseo y le pido a Dios que os colme de bendiciones en todos y cada uno de vuestros días.

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