Ya estamos a 10

10 de diciembre ya. La Navidad, poco a poco, se va instalando en mi casa: un detalle hoy, un cambio mañana... la música que me acompaña siempre también es distinta. Cambios externos que traslucen los interiores del alma. Dice una maravillosa canción, un clásico, que la vida es maravillosa porque mirando a nuestro alrededor, los árboles, el cielo azul, las flores, los niños jugando y riendo, todas esas cosas nos llevan a pensar eso, que la vida es tan maravillosa... Tan simple y tan hermosa como puede ser cualquier mañana cuando salimos camino del trabajo...
Simple y hermosa, detalles de cada día que se miran con un punto de vista nuevo; estamos ya casi en el tercer domingo de Adviento, el "gaudete" (o sea, "alegraos"), hay que alegrarse porque ya queda menos para la gran fiesta de la Navidad.
¿Navidad? ¿Fiesta? El ajetreo aumenta, los nervios y el estrés de preparativos y búsqueda de regalos también; hay que correr porque no llegamos, venga, un poco más, y ahora.... ¡Alto! ¡Parad un momento! Vamos a hacer un descanso y a pensar un poquito en lo que se supone que estamos viviendo: preparando el camino al Señor que viene; por tanto, toca renovarse, liberarse de las toxinas de los planes para la temida reunión familiar: que si mi marido no se habla con mi tía, que a ver qué me va a contar éste, tan pesado como siempre, que no tengo ganas de nada... ¡tantas amarguras inciertas que nos cargan y nos agotan sin necesidad! Porque, a veces, no pasa nada de lo que nos barruntamos, y esa nube negra pasa sin descargar ni un rayo, ni un trueno y, al final, todo sale que ni pintado.
¡Ya está bien de malos augurios! Con tantos preparativos y tanta gaita nos perdemos lo mejor, lo esencial. ¿Por qué, si nos señalan la luna nos quedamos mirando el dedo? Miremos hacia Belén, esa pequeña aldea en nuestro corazón, y hagamos sitio para acoger a Jesús. Hay que tirar todo lo que nos tape los ojos, lo que nos impida ver la realidad del Amor hecho carne que quiere nacer en nosotros. ¡Eso es la Navidad!
Y también es Navidad esa lágrima que cae por fuera o por dentro, en recuerdo de aquellos que se nos han ido en este año que ya termina. Navidad de ausencias, pero también de presencias, porque siguen en lo más hondo de nuestra alma. Sí, justo ahí, en nuestro particular Portal de Belén, porque el dolor por el amor ausente será una buena ofrenda al Niño de Belén; Él será el único que pueda cambiar en alegría serena nuestro llanto, porque aquellos que echaremos en falta seguro que estarán felices por pasar su primera Navidad en la eternidad del cielo.
Feliz Navidad en el suelo, queridos amigos. Feliz Navidad también para los que estáis en el cielo.

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