Música estacional

Oigo de fondo uno de los más bellos y versionados villancicos de la historia: "Noche de Paz", esa melodía que, aun sin letra, es capaz de ponerte delante la imagen de una joven madre que acaba de dar a luz a su hijo, justo donde menos se pensaba que iba a ocurrir y lejos de todo lo que ya tenía preparado en casa, pero también justo con quien deseaba que ocurriera: su joven esposo. Amor esponsal y joven, amor ofrecido por entero a Dios, el Padre divino de la Divina Criatura; amor de donación exquisita e infinita, de respeto y reverencia ante tan gran Misterio de Amor.
Porque de eso se trata en este tiempo: toda la "música estacional" que oímos en grandes almacenes y por las calles, la que tarareamos sin darnos cuenta, sí, justo esa, tiene letra y casi toda se refiere a lo que estoy contando: al corazón de la Navidad, a la razón por la que las familias nos reunimos en torno a una mesa, a la razón por la que lo repetimos un año tras otro, a pesar de no tener ganas, de que nos haga trabajar extra en cocina y en la casa en general...
Sólo hay una razón que de verdad mueve el mundo en la dirección correcta: el Amor. Paraos a pensarlo un momento y veréis que es verdad. El amor nos alegra la cara porque el corazón rebosa de gozo; el amor de nuestra familia, de nuestra madre, de los amigos, de los compañeros que se reúnen, sí, en el fondo es eso: Amor, solo y puro amor. sin conservantes ni colorantes, tampoco lleva edulcorantes porque no los necesita.
El amor, ese cemento que nos une, frágil como él solo, pero capaz de convertir a una familia en una fortaleza inexpugnable. El amor, que vivimos tan a diario que apenas nos damos cuenta de que existe, pero que tiene una época del año en que se nota más, aflora más, salta más a la vista y es ahora:  en Navidad. Porque es en esta época en la que el cielo baja a la tierra y se extiende, se mezcla con los humanos y consigue convertir el corazón.
Pero volvamos a la música, esas campanillas de Navidad, ese recuerdo dichoso de la alegría de Belén. El Pregón que se proclama en la Misa de Gallo termina diciendo: "Estando la tierra en paz", para a continuación dar la noticia del nacimiento del Hijo de Dios. "Gloria a Dios en las alturas y Paz a los hombres que Dios ama". ¡Ojo! A los hombres que Dios ama; caigamos en la cuenta de esta frase del relato, porque es por esa razón por la que se encarnó en aquella preciosa joven nazarena, porque nos Ama hasta el extremo. Por eso, cuando uno es consciente de eso, de su ser hijo de Dios, hijo querido y amado por Dios, no puede sentir otra cosa que gozo en el corazón; esa alegría que enseguida trasluce a los ojos, ese brillo que resalta y que atrae a los demás hacia sí para preguntar a continuación: ¿Qué te ha pasado? ¡Te veo distinta! Recuerdo que un entrañable amigo me dijo un día: "¡Si parece que luces!" Y no era más que la luz del corazón, que salía por los ojos. No puede haber otra reacción en una persona cuando se siente querida y mimada, cada día, por Dios. Él es mi roca, mi gozo permanente, pero ahora, en este tiempo de Navidad, muchísimo más. ¡Gloria a Dios en las alturas porque no hay mayor alegría que saberse amado por Él!

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