¿Y quién no te quiere a ti?

Así, directa y sin anestesia, me ha espetado hoy esta pregunta, directa desde su corazón a mi alma, pasando por mis ojos, que le miraban fijamente.
Me ha dejado cavilando... y, al final, un buen rato después de habernos despedido después de una estupenda comida con él, como sucede cada vez que quedamos, le he estado dando vueltas a la frase en mi cabecita, como tampoco puede ser de otra manera, pues el revoleo de ideas es innato a mis meninges.
Es una de mis nuevas experiencias después de mi edad oscura, que las personas me quieren porque sí, porque me van conociendo, no sé si sufriendo también (supongo que habrá de todo), van tratándome y descubriendo mi yo real. Me cuesta hacerme a la idea, encajar cada nuevo "te quiero" que me sueltan en la cara, con la mejor voluntad y el mayor de los cariños. Eso no lo he dudado de ninguno, pero no deja de ser un impacto en mi... ¿corazón? ¿alma? ¿pensamiento? Supongo que en todos y cada uno, y en la medida que necesitan unos y otros.
Me voy haciendo a la idea de que formo parte de las vidas de cada vez más personas y eso, por poco que se quiera decir, da vértigo, mucho vértigo porque supone más exigencia para mí, no porque tenga miedo a defraudar a alguno (algo que, por una u otra razón, suele pasar, involuntariamente la mayoría de las veces), sino porque significa que mi vida, mis actos, mis palabras, mis miradas, mis gestos, toda yo, importo a muchas personas y eso, llega muy, pero que muy hondo en mi ser.
Resulta que ahora, a mis L años, soy una mujer hecha y derecha, con un peso muy específico, y a veces muy grande en la vida de otras personas que, a su vez, resulta que son lo mismo, significan lo mismo y pesan lo mismo -o más- en mi vida. He descubierto mi lugar en el mundo, mi vocación en la vida, aquello para lo que nací y en lo que me siento tremendamente, palpitantemente viva. Tengo una vida que me enamora y un amor que me llena toda la vida, que me hace levantarme por las mañanas, arreglarme y prepararme con mi mejor traje para la fiesta que supone conocer cada día a alguien nuevo, que, si Dios, quiere, también formará parte de mi vida como yo de la suya.
Pero para esos, mis "especiales", mis favoritos, mis hermanos del alma que cada vez son más porque me lo demuestran día a día, descubro el lugar tan grande que ocupan en mi corazón. Aunque no nos veamos todos los días y ni siquiera algunos contesten a un simple whatsapp porque les puede la vida y tienen esa cabeza tan mala para acordarse de las cosas... (sí, hablo de ti, querido hermano, tú mismamente), a pesar de todo ello, sabemos -sé- que me quieren entrañablemente, igual que yo a ellos.
Hubo un tiempo en que la respuesta a esa pregunta era "yo". Yo era la primera que no me quería a mí misma, pero gracias a Dios que eso forma parte de mi pasado, está guardado en mi mochila y ella en Cristo, forma parte de las piedras que sujetan la cruz al suelo. Esa Cruz en la que él se clavó por mí y por mi mochila, porque Él fue el primero que me quiso cuando yo ni siquiera podía mirarme al espejo; "tarde te amé", pero al final di contigo y encontré la respuesta a la pregunta: ¿Y quién no me quiere a mí? No me importa si hay alguien que no me quiera (que lo habrá), Tú, Jesús me amas hasta el infinito, y con eso ya me llenas el corazón.

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