Tarde de música

Estoy oyendo a una chica de preciosa voz e impronunciable nombre, cantando una versión de la canción "That's what friends are for" y me está haciendo pensar, como siempre me ocurre con muchas canciones. A veces pienso que pienso demasiado, que, parafraseando a Descartes, pienso, luego insisto.
"Para eso son los amigos", dice la canción y enumera un montón de situaciones, algunas veces tópicas pero no por ello menos ciertas: los buenos tiempos, los malos tiempos... tanta literatura escrita sobre el tema de la amistad, ese sentimiento que surge entre dos personas que se conocen y comienzan a ser conscientes de sus afinidades, sobre todo de sus risas en común. Y es que la risa es esa reacción de nuestro rostro que tiene tan buenos efectos y tan saludables para el cuerpo y para el alma.
La risa, ese nexo que une corazones y abre de par en par las puertas del alma de aquellos que la comparten. Cada vez que nos reunimos ese regalo de Dios que es "Benditas cenas" podremos comer mejor o peor, pero la risa la tenemos asegurada; es la magia del encuentro de amigos con muchas cosas en común, con caracteres diferentes, vidas distintas, que un día nos reunimos en torno a una mesa, sin más pretensión que pasar un buen rato y aquí seguimos, haciendo convocatorias a las que acudimos más o menos, pero siempre nos acordamos de los que no están y hablamos, nos ponemos al día, y reímos, reímos mucho. Por eso cada reunión siempre nos sabe a poco, nos quedamos con el deseo de volver a reunirnos cuanto antes.
Nada como la alegría de los amigos que se reúnen en torno a una mesa; nada como esa alegría convertida en acción de gracias a Aquel que nos ha reunido porque nos ama con locura y nos quiere felices, y estoy segura de que se divierte también con nosotros en nuestras reuniones. Porque si algo es Dios es alegría, porque el amor no es triste, ¡no puede serlo! El amor es ese sentimiento que te envuelve, que te llena, que te rebosa por todos los poros de la piel y que sale por los ojos, en ese brillo tan especial que aparece en los ojos de quien ama; que sale en la sonrisa imborrable y permanente en la cara; que aparece en cada gesto, en cada palabra, en cada "gracias" o "buenos días" que te sale cada mañana...
El amor es la fuerza que me mueve, el motor de mi vida. No concibo vivir sin amar; es imposible. Mi alegría, mi secreto es ese, nada más ¡y nada menos! Amar, amar sin motivo, sin cálculo y sin pensar en lo que pueda venir mañana. Amar a diestro y siniestro, a todos los que vienen a mi despacho, incluso aunque sea para fastidiar, amar a mis compañeros del trabajo. Este mundo no necesita nada más que eso: amarnos de verdad, sin buscar intereses, sin recelos hacia aquel que nos ofrece su ayuda y sin pensar "¿qué querrá éste?". Sólo amar. Eso es lo que hace Dios Padre con nosotros, por eso nos mandó a su Hijo, que se hizo carne nuestra y Alma de Dios; que nos dejó un único encargo: que nos amáramos como él lo hizo, nada más. Amar a boca llena, a corazón abierto y con el alma de par en par. Así nos quiere desde siempre y para siempre; así le encontraremos el día en que zarpemos desde los "Puertos Grises" y dejemos esta tierra para encontrarnos con esos ojos, llenos de puro amor, esperándonos en esa "blanca orilla" donde no hay espacio ni tiempo, sólo Amor, Su Amor..

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