El click
Sólo eso hace falta: un click. Ese es mi último descubrimiento. Y, después, mirar al frente y aparece un camino nuevo, por estrenar, pero, eso sí, no tiene señales de dirección, sólo límite de velocidad: lenta, pero segura. No vayamos a salirnos de una carretera desconocida aún y tengamos problemas serios.
Hace tiempo, pensaba que los cambios no eran buenos. Hoy he cambiado esa opinión a partir de mi propia experiencia: se está a gusto en una vida sin sobresaltos, un trabajo que ya se ha vuelto casi "de libro", no rutinario porque el mío, precisamente el mío, no es para aburrirse y la rutina siempre suena a aburrimiento. Pero, a la vista de que no me es posible de ninguna de las maneras el permanecer mucho tiempo "tranquila", he llegado a la conclusión de que sólo hace falta un click para rehacer filas, recomponerse y comenzar de nuevo.
Tan sencillo como eso. Así me ocurrió no hace mucho tiempo: después de calentamientos estériles de neuronas y meninges, pensando en futuribles que seguramente no se darían tal como mi querida loca de la casa me los planteaba, me vino la lucidez en un segundo y, click, cambió el chip.
Me ocurrió donde me ha pasado siempre todo lo importante para mi vida personal: durante la Misa; ese inmenso regalo que Cristo nos dejó antes de volver al lado de Dios Padre. ¡Cuanta razón tiene S. Juan Mª Vianney cuando dice que si de verdad comprendiéramos la Misa nos moriríamos de gozo!
En los momentos en que me creo yo misma miedos, inquietudes, "peroysis" y demás sentimientos tóxicos para el alma, cuando estoy ante Él, se van todos de repente y se queda la solución así, en un momento, libre, clara y cristalina.
Es el click en el que se te colocan las neuronas en la posición correcta y alineadas con el alma, que se encuentra, a su vez, en línea directa a Dios. Dejas que sea él quien se encargue de la sinapsis y... ¡voila! La solución en bandeja, en forma de idea para poner en práctica, o, a veces, en forma de una paz interior que no se puede describir con palabras.
Llevo todo el fin de semana en la segunda forma que acabo de decir: Él se ha venido a pasar el fin de semana conmigo y confieso que me está enamorando más aún. La sensación de no estar sola, de que todo se va desarrollando sin prisas y muy bien, sin problemas. Descanso necesario después de una semana muy intensa en el trabajo y una buena recarga de pilas para la que empieza hoy.
El click ha supuesto una dosis muy elevada de paz interior para mí. Las cosas no han salido como yo pensaba, sino como Él ha querido y, como siempre, han salido mucho mejor de lo esperado. Ahora sólo queda dejarlo todo en sus manos, ya veremos lo bien que se desarrolla todo. Porque va a salir así, mejor que bien.
Hace tiempo, pensaba que los cambios no eran buenos. Hoy he cambiado esa opinión a partir de mi propia experiencia: se está a gusto en una vida sin sobresaltos, un trabajo que ya se ha vuelto casi "de libro", no rutinario porque el mío, precisamente el mío, no es para aburrirse y la rutina siempre suena a aburrimiento. Pero, a la vista de que no me es posible de ninguna de las maneras el permanecer mucho tiempo "tranquila", he llegado a la conclusión de que sólo hace falta un click para rehacer filas, recomponerse y comenzar de nuevo.
Tan sencillo como eso. Así me ocurrió no hace mucho tiempo: después de calentamientos estériles de neuronas y meninges, pensando en futuribles que seguramente no se darían tal como mi querida loca de la casa me los planteaba, me vino la lucidez en un segundo y, click, cambió el chip.
Me ocurrió donde me ha pasado siempre todo lo importante para mi vida personal: durante la Misa; ese inmenso regalo que Cristo nos dejó antes de volver al lado de Dios Padre. ¡Cuanta razón tiene S. Juan Mª Vianney cuando dice que si de verdad comprendiéramos la Misa nos moriríamos de gozo!
En los momentos en que me creo yo misma miedos, inquietudes, "peroysis" y demás sentimientos tóxicos para el alma, cuando estoy ante Él, se van todos de repente y se queda la solución así, en un momento, libre, clara y cristalina.
Es el click en el que se te colocan las neuronas en la posición correcta y alineadas con el alma, que se encuentra, a su vez, en línea directa a Dios. Dejas que sea él quien se encargue de la sinapsis y... ¡voila! La solución en bandeja, en forma de idea para poner en práctica, o, a veces, en forma de una paz interior que no se puede describir con palabras.
Llevo todo el fin de semana en la segunda forma que acabo de decir: Él se ha venido a pasar el fin de semana conmigo y confieso que me está enamorando más aún. La sensación de no estar sola, de que todo se va desarrollando sin prisas y muy bien, sin problemas. Descanso necesario después de una semana muy intensa en el trabajo y una buena recarga de pilas para la que empieza hoy.
El click ha supuesto una dosis muy elevada de paz interior para mí. Las cosas no han salido como yo pensaba, sino como Él ha querido y, como siempre, han salido mucho mejor de lo esperado. Ahora sólo queda dejarlo todo en sus manos, ya veremos lo bien que se desarrolla todo. Porque va a salir así, mejor que bien.
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