Alas
Sí, esas extremidades que tienen los pájaros y que les permiten volar, metáfora de las posibilidades de una persona para llegar muy, muy lejos en su trabajo, en sus estudios, en su vida en general. Las alas son las que nos llevan más allá de donde podríamos ir sólo con nuestros pies; si nos las cortan es sinónimo de que nos quitan la libertad entera o en parte; si nos las dan, es que nos posibilitan ser mejores o, también, nos maleducan consintiéndonos hasta hacernos unos perversos déspotas.
Las alas son esas extensiones de nuestra imaginación que nos transportan en una décima de segundo a esos lugares donde sólo podemos soñar estar algún día, al lado de esa persona tan especial y que sabemos que jamás podrá compartir nuestra vida... en resumen, a veces las alas complican más la vida de lo que la facilitan, pues la imaginación siempre es mala consejera por su distancia con la realidad, a menudo mensurable en años luz.
Hoy he vivido una experiencia nueva, distinta (¡otra más, y van...!) y he terminado pensando en las alas y en cómo las personas de nuestro entorno influyen en nosotros en positivo o en negativo. Siempre he sido reacia a los cambios, no me han gustado; mi zona de confort es tan confortable que no me gusta dejarla porque sí; sin embargo, la vida (o quien realmente quiere lo mejor para mí, y que casi nunca soy yo) me está llevando de cambio en cambio, y tiro porque me toca. Hoy, uno de los gordos: remodelación de personal en mi trabajo, con todo el barullo que ello implica. ¿Mi zona de confort? ¡A hacer gárgaras! ¿Y... mis alas?
Por extraño que parezca, mis alas han crecido un poco más y con ellas mi seguridad en mí misma y en mi vocación; hoy estoy un poco más segura de mi lugar en el mundo, de mi capacidad de adaptación a los cambios (que me asombra por momentos) y del respaldo que siento no sólo en mi trabajo, sino en mi alma. La paz interior que me invade (y que sólo se debe a Dios, Rey y Señor de mi vida y de mis decisiones) se expande con cada cambio, con cada salida de mi zona de confort para seguir remando mar adentro (¡y sigo sin saber nadar, oiga!).
Hay una preciosa canción de Barbra Streisand, en la banda sonora de la película Yentl; justo la última, que se titula "A piece of sky", en la que dice: "Cada paso que doy sólo significa todo lo que aún me queda por andar", pues a eso me refiero: hoy, otro paso más que sólo me está diciendo que esto es el principio, sólo la punta del iceberg de lo que me espera por andar, hacer, aprender, reír, amar, creer.... Lejos de lo que pudiera imaginar cualquiera que me conociera antes, todos y cada uno de los últimos cambios ocurridos en mi vida, me aportan unos centímetros más de alas y unos metros más de cimientos en mi vida.
Las alas, mis alas, están listas para seguir volando porque el rumbo no lo marco yo. Me dejo llevar por donde el Señor me marca el camino; mi brújula, mi gps es él y sólo él. Por eso no me importan ya los cambios, porque no implican pérdidas, sino ganancias, modos nuevos de aprender y de hacer las cosas y todo lo nuevo, siempre, tiene muchas más cosas buenas que malas.
Mi mochila se va llenando, poco a poco, de experiencias, de años de camino andado con personas muy especiales que han compartido mi camino y que siempre quedarán en mi recuerdo, porque siempre dejamos huella en aquellos que conocemos. Tras las despedidas, las cosas no serán iguales porque es imposible que lo sean, ya que "jamás te bañarás dos veces en el mismo río", que decía Heráclito. Podremos encontrarnos a lo largo del camino, el cariño seguirá ahí porque eso no cambia puesto que pertenece al corazón, a lo más recóndito de nuestra alma, pero cualquier ilusión que nos hagamos al volver a vernos de que todo puede ser como antes, será sólo eso, un recuerdo dulce de un maravilloso tiempo compartido.
Por extraño que parezca, mis alas han crecido un poco más y con ellas mi seguridad en mí misma y en mi vocación; hoy estoy un poco más segura de mi lugar en el mundo, de mi capacidad de adaptación a los cambios (que me asombra por momentos) y del respaldo que siento no sólo en mi trabajo, sino en mi alma. La paz interior que me invade (y que sólo se debe a Dios, Rey y Señor de mi vida y de mis decisiones) se expande con cada cambio, con cada salida de mi zona de confort para seguir remando mar adentro (¡y sigo sin saber nadar, oiga!).
Hay una preciosa canción de Barbra Streisand, en la banda sonora de la película Yentl; justo la última, que se titula "A piece of sky", en la que dice: "Cada paso que doy sólo significa todo lo que aún me queda por andar", pues a eso me refiero: hoy, otro paso más que sólo me está diciendo que esto es el principio, sólo la punta del iceberg de lo que me espera por andar, hacer, aprender, reír, amar, creer.... Lejos de lo que pudiera imaginar cualquiera que me conociera antes, todos y cada uno de los últimos cambios ocurridos en mi vida, me aportan unos centímetros más de alas y unos metros más de cimientos en mi vida.
Las alas, mis alas, están listas para seguir volando porque el rumbo no lo marco yo. Me dejo llevar por donde el Señor me marca el camino; mi brújula, mi gps es él y sólo él. Por eso no me importan ya los cambios, porque no implican pérdidas, sino ganancias, modos nuevos de aprender y de hacer las cosas y todo lo nuevo, siempre, tiene muchas más cosas buenas que malas.
Mi mochila se va llenando, poco a poco, de experiencias, de años de camino andado con personas muy especiales que han compartido mi camino y que siempre quedarán en mi recuerdo, porque siempre dejamos huella en aquellos que conocemos. Tras las despedidas, las cosas no serán iguales porque es imposible que lo sean, ya que "jamás te bañarás dos veces en el mismo río", que decía Heráclito. Podremos encontrarnos a lo largo del camino, el cariño seguirá ahí porque eso no cambia puesto que pertenece al corazón, a lo más recóndito de nuestra alma, pero cualquier ilusión que nos hagamos al volver a vernos de que todo puede ser como antes, será sólo eso, un recuerdo dulce de un maravilloso tiempo compartido.
Comentarios
Publicar un comentario