Sentirse especial

Uno de los tópicos sobre el "príncipe azul" es que nos haga sentir especiales. ¿A qué se refiere ese sentimiento y esa especialidad? Desconozco la respuesta a una y otra cuestión, y confieso que no he de perder el sueño por encontrarlas porque yo ya me siento especial.
¿A qué viene esto hoy? Muy sencillo. Hoy es el cumpleaños de una amiga y, al felicitarla, me ha venido la expresión que también se dice mucho en este tipo de celebraciones: "que tengas un día muy especial". No me voy a detener -por más tentaciones que me piquen- en los múltiples significados y connotaciones que puede tener el adjetivo "especial" tanto en el buen como en el mal sentido de la palabra; así que me voy a quedar con el sentimiento "especial".
Es cierto que el día de mi cumpleaños me siento especial en tanto que soy protagonista para mí misma de ese día en que se termina-completa (=cumple) otro año más de mi vida. Si, además, mis seres queridos se acuerdan y me felicitan o me tienen presente en sus oraciones, mejor que mejor.
Pero hay alguien que me hace sentir muy, pero que muy especial, un Alguien que me despierta cada mañana y me despide cada noche, deseándome y regalándome un sueño placentero, aunque a veces venga lleno de extraños guiones surrealistas que luego, al recordar por la mañana, hasta me hacen reír.
Alguien que desde antes de nacer ya me quería por mí misma, que sabía hasta dónde podría llegar si me lo proponía y que me dotó de una serie de talentos para que los pusiera al servicio de todo el que se me acerque o cruce en mi camino.
Alguien que me llama y me ama por mi nombre, que me habla en lo más escondido de mi corazón, que se hace el escurridizo a veces y me deja en la más absurda y egoísta oscuridad, llevándome hasta la casi desolación por ser incapaz de verle... luego, cuando ya se ha cansado de jugar al escondite conmigo, aparece y me da un gran abrazo, el de ese padre que acude a consolar a su hijo que está llorando desconsolado porque cree que se ha perdido. "¡Si estaba aquí al lado! ¡Venga, hombre, no llores más, que ya estoy aquí!".
Alguien, que cuando me abandono en sus manos, me deja sentir en mi cara la brisa del mar, el viento que ruge en las montañas y la calidez de una manta de otoño; que me hace creer que soy la única para él, porque en verdad lo soy. Como yo, no hay nadie más en el mundo, así de literal y así de cierto; pero, para mayor gozo y orgullo propio, como me quiere a mí, no quiere a nadie más en este mundo, porque yo soy especial para él; me hizo como le dio la real gana, me regaló los dones que él quiso y me enseña cada día a sacarles más partido y a estrujarme cada vez más para los demás.
Soy tan especial, que me ha regalado descubrir mi lugar en el mundo, mi vocación entre las gentes, mi porqué de estar aquí, hoy y ahora, escribiendo esto. Tan especial que su Hijo también murió por mí y mis miserias, por mí y mis pecados, mis fatuas vanidades, mis enfados, mis... Tan especial, que su Hijo venció a la muerte para demostrarme que mi destino es la felicidad eterna y completa a su lado. Tan especial soy para él, que me ha prometido la mayor de las dichas y cada día me regala un trocito en la Eucaristía.
Tan especial, porque soy hija de Dios, y no hay mayor orgullo que ser consciente de ello.

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