Futuro con guarnición de pasado

Llegada a casa después de unos días en los que he vivido una apasionante y nostálgica aventura: recorrer de nuevo las calles que estrené hace ya muchísimos años. Un viaje al pasado y un atisbo del futuro, condensados en unos días que han sido de todo, menos aburridos.
¡Qué cosa tan curiosa la memoria! El recorrer calles con olor a especias, souvenires turísticos  por doquier y un verdadero mosaico de idiomas y culturas se ha mezclado con unos recuerdos de menos bullicio pero de parecidos olores... Tiempos aquellos de aventuras de primera vez fuera de casa, sin que hubiera nadie para decirme haz esto o aquello o a tal tienda se va por esta calle... Recuerdo que recorrer esa preciosa ciudad en círculos concéntricos alrededor de mi lugar de residencia era mi diversión favorita: hoy hasta aquí, mañana un par de calles más... y así hasta moverme con soltura por esa nueva ciudad, más grande que la mía y llena de nuevas posibilidades tanto en estudios como en gente nueva por conocer.
Hoy, tiempo después, tengo una sensación extraña, mezcla de la nostalgia vivida en cada calle reconocida, en cada establecimiento que aún, después de treinta años, sigue allí, sobreviviendo a todas las crisis habidas desde entonces, como sinónimo casi de inmortalidad o ejemplo de negocio próspero y bien llevado; al mismo tiempo, viendo las nuevas tiendas, muchas de ellas de moda, la cantidad de gente variopinta y de la torre de babel de idiomas en algunas calles, soy consciente de que los tiempos han cambiado y de que, a pesar del paso de los años, sigue siendo una ciudad maravillosa.
Sí, sé que soy una sentimental y que con poco me pongo tontorrona, pero han sido unos días espectaculares viviendo allí. Lo de menos ha sido el calor (que también lo ha hecho), lo importante ha sido compartirlo con buenas amigas y también haber conocido a más amigas, de muchos lugares diferentes, y, sobre todo, la experiencia de que mi círculo de conocimiento se ha ampliado, mi "zona de confort" va diluyéndose según aumenta mi capacidad de asombro ante la novedad. Días de aprender, mucho, muchísimo, gracias a una magnífica profesora, pura vocación y puro encanto -gracias, Mercedes- que me ha hecho recapacitar en cosas que ni pensaba que podían existir y al tiempo, otra vez, me ha traído recuerdos de tiempos estudiantiles, de oír hablar de Platón, Descartes y de que, como dijo Anaxágoras, "el hombre es inteligente porque tiene manos"...
Un balance mejor que bueno de unos días que han supuesto un tercio de mis vacaciones y ya, estando en casa, me ha venido una rememoranza del tiempo futuro, de lo que se avecina, sensaciones de comenzar a preparar cosas para el curso que viene, con la ilusión esa de la niña que va a comprar sus libretas nuevas (¡ay, ese olor en las antiguas papelerías!) y a apartar los libros que tendrá que estudiar al comenzar el nuevo curso...
Ese tiempo, que es mi favorito y el de muchos de mis amigos, el del otoño, en el que, al contrario de la estación en que se detiene la savia de las plantas, los humanos volvemos al trabajo con las pilas supuestamente cargadas. Tiempo de empezar curso, de novedades en lo que Dios quiera, que aquí estamos para lo que venga y para lo que haga falta. Tiempo de días más cortos, de inestabilidad climatológica (pido a Dios que llueva lo que haga falta, que me encanta ver llover e incluso estar debajo de la lluvia), de añoranza de manta de sofá, de esas tardes con el café en la taza grande, arrebujada en el sofá leyendo un buen libro....
En fin, no adelantemos acontecimientos, aún me quedan dos semanas largas de vacaciones y estamos en verano....

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