I'll be there

Ésa es la canción que estaba sonando mientras leía este texto del Libro de Jeremías; la respuesta que el profeta da a Dios cuando sabe que ha sido escogido para proclamar su Palabra es una excusa boba: que no sabe hablar, que es un niño. Y Dios le contesta. «No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte» - oráculo del Señor -.
Oráculo del Señor, que providencialmente ha querido que hoy, día después de ayer, me viniera esta lección a los ojos.
Ayer, en mi último post, hablaba de la ilusión. Hoy, de la seguridad, de la certeza absoluta y firme de que Dios estará allí, por más feas que se pongan las cosas, He'll be there. Siempre, siempre, por siempre jamás, Él será mi baluarte, mi roca, mi refugio, el bastón que me sostenga y quien ponga en mi boca las palabras justas para cada momento, cada ocasión y cada persona que se cruce en mi camino por azar o por decisión propia.
Dios será quien guíe mis manos para estrechar otras o para abrazar a aquellos que necesiten el confortable abrigo de un abrazo de hermano, de amigo para siempre. Su abrazo es lo más cálido que puede sentir un ser humano aquí, en este mundo: te envuelve sin apretar, abriga sin agobiar y sientes que ahí no te puede pasar nada malo. Es mi refugio natural, el sitio donde, cualquiera que no me encuentre en los lugares habituales, podrá encontrarme: a su lado, con Él.
Porque, aunque Él está en todas partes, donde reside principalmente es en mi alma, en mi corazón; no en lo más profundo, ¡no cabría ahí!. Le he dejado tanto espacio en mi alma y en mi corazón que lo ocupa todo, se ha expandido como el Universo entero dentro de mi ser y me sale a borbotones por los ojos, por esa sonrisa casi perpetua que luzco en mi rostro; por ese brillo que algunos dicen que tengo ("¡Si es que alumbras!", me dijo un día un buen amigo).
Esa luz que envuelve e invade mi alma es su Amor, ese amor inmenso y misericordioso que nos llena por completo y se lleva las tinieblas que puedan quedar en nuestro corazón. La mejor elección que hice en mi vida fue optar por Él, permitirle entrar en mi alma. Al instante, se fueron telarañas, oscuridades y suciedades varias; limpió mi corazón, mi alma y mi vida.
He tenido experiencias malas y peores desde entonces, pero jamás ha dejado de ser mediodía en mi corazón; el sol no se ha nublado nunca y mi alegría sigue puesta en Él.
No sé lo que me espera mañana, ni siquiera dentro de un rato, pero una cosa sí tengo clara: no pienso permitirle salir de mi vida y tengo la firme intención de proclamar su grandeza allá donde la vida me lleve o donde Él quiera que esté. Este tesoro que llevo en mi pobre barro no me lo puedo quedar para mí; es imposible callarse toda la felicidad que me llena a cada momento, en cada instante. Dios me ama tal y como soy, elegantísima y en zapatillas de casa; con mis miserias (que son muchas y las conoce al dedillo) y con mis virtudes, que son menos y chiquitillas.
Él me mira y yo lo miro cada día. Nos miramos desde nuestro mutuo amor; amor y del bueno. Nada existe tan maravilloso para dos corazones que saberse correspondidos en su mutuo amor; esos momentos en que das gracias por vivir, por la existencia de esa persona. Cuando resulta que la otra persona es todo un Dios que se ha  hecho hombre para hacerme ver su grande e inmenso amor, no hay palabras que puedan describir ese sentimiento - emoción - momento, sólo las lágrimas que afloran de los ojos.
For ever and never, I'll also be there.

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