Esquizofrenias varias

Mi amor por el lenguaje, compañero de camino desde que recuerdo, me ha hecho asimilar el Evangelio que se proclama hoy con ese trastorno mental, que muchos padecen, aunque no como enfermedad, sino como "estilo" o "actitud" de vida y que tanto, tantísimo daño hace al entorno del que lo practica. Hoy, Jesús está de visita en casa de unos amigos (también él se divertía y necesitaba estar con sus seres queridos) y de las dos mujeres de la casa, una está corriendo de un lado a otro, atareada con la comida y con atender al amigo como se merece; la otra, en cambio, sentada al lado de Jesús, le escucha -supongo que absorta o embobada, a elegir- y se ha desentendido por completo de ayudar a su hermana. Llega un momento en que, porque había confianza con él, Marta -la que no paraba- le dice al Señor: "¡Anda, dile algo, que me lo estoy cargando yo todo!", y la respuesta de Jesús es de las suyas: "Marta, Marta, andas atareada con las cosas y no paras; tu hermana María se ha quedado con la mejor parte". La acción de Marta y la contemplación de María; dos actitudes necesarias para quienes nos decimos cristianos, una complementa a la otra ("Reza y trabaja", decía San Benito; "A Dios rogando y con el mazo dando", decimos nosotros). Las dos son parte de lo mismo. Sin embargo, hoy nos esforzamos por separar una de la otra... y así nos va.
Hay quienes no paran de hacer cosas (eso sí, siempre por los demás), sirviendo a diestro y siniestro bien en la parroquia o en cualquier organización solidaria, pero descuidan la contemplación, la oración, el ponerse ante Dios con los brazos abiertos, sin reservas, para escucharle y contarle lo que sienten y viven.
En el lado contrario, hay quienes sólo se dedican a actos religiosos y descuidan las obras, el poner en carne lo que Dios les dice, el encarnar ese mensaje de amor y de misericordia, toda la gracia que reciben de su cercanía a Dios.
Ni sólo una cosa, ni sólo la otra: si se cae en el activismo, sin "recargar pilas" en los Sacramentos y poniendo ante Dios la tarea que nos espera cada día, se termina vacío, en un hacer por hacer que termina pasándonos factura en forma de dudas y de preguntas de difícil respuesta, del tipo "¿y por qué hago esto?" o en un cansancio inexplicable que nos lleva a tomar malos caminos y peores decisiones. Si sólo se está en el plano religioso, en las nubes, tampoco es bueno porque, como dice la Carta de Santiago, la fe sin obras está muerta. ¿Y las monjas de clausura, que sólo rezan? podrían preguntarme, ¿que sólo rezan? No. Hacen muchas más cosas aparte de rezar y contemplar al Señor, su principal tarea: dar gloria a Dios y rezar por muchísima gente que les pide oraciones por intenciones específicas. También llevan a cabo una hermosa tarea de caridad y de ayuda a los demás desde su clausura.
La clave de todo, como decían mis queridos griegos, está en la mesura. La oración, la contemplación de Dios, el quedarse  pasmado ante el Sagrario, en esos ratos en que, como decía aquel sencillo campesino, "yo lo miro y Él me mira", es la forma de poder hacer frente a todo lo que cada día nos pone por delante, que será la otra parte: la acción.
Ora et labora, reza y trabaja, porque sólo desde la oración cobra sentido la acción. Sólo desde Dios y lo que cada día Él nos pide a través de tantas mediaciones, de tantas personas que se nos cruzan en el camino, es como construimos el Reino de Dios. Como decía un buen sacerdote al que quiero mucho, cada uno tenemos un palustre y, ¡hala! a su parcela, a construir su parte, porque lo que no hagamos nadie lo hará por nosotros y se quedará sin hacer. ¡Gran responsabilidad la que tenemos cada uno de los que nos llamamos cristianos!
Pero no hay trabajo que se nos presente para el que el propio Dios no nos dé las fuerzas necesarias para sacarlo adelante, eso sí, con su ayuda. ¿Os acordáis de cuando éramos pequeños y mamá nos daba el dinero para comprarle su propio regalo? Pues lo mismo hace Dios con nosotros.
Marta y María, dos actitudes que debemos llevar cada día a la práctica: actuar desde la contemplación, ser contemplativos en el mundo. La única manera de llevar a Dios y ponerlo en todo lo que hagamos es el trato continuo con Él; si decimos que estamos enamorados, ¿cómo no vamos a tratar a la persona amada?

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