El presente

Dice un sabio refrán que lo mejor es siempre enemigo de lo bueno, y creo que tiene mucha razón. Desde hace ya meses, estamos intentando crear una extraña conjunción planetaria que dé lugar a la reunión de todos los miembros de "Benditas cenas" en un mismo lugar y, para ponerlo más fácil, hacerlo el mismo día y a la misma hora. Sin embargo, más que una conjunción planetaria parece que invocamos al caos total y absoluto porque, por más que lo intentemos -y doy fe que lo hacemos los más tozudos- no hay forma de reunirnos.
Así que, en vista de los escasos éxitos obtenidos, hemos optado por hacer la convocatoria y que aparezca quien pueda y quiera. Ayer, sin ir más lejos, nos reunimos dos para cenar. La intención era hacerlo en una terracita de verano, pero alguien se dejó puesta la estufa en la calle y no había quien parara, el aire era caliente e irrespirable y optamos por cenar dentro del local. Desde aquí mis mayores bendiciones para aquella mente iluminada que inventó el aire acondicionado; desde ya promuevo su causa de canonización por tan provechoso ingenio para bien de la humanidad.
Fue una magnífica cena en lo gastronómico y también en la compañía; nos reímos y conocimos un poco más y, como siempre ocurre cuando estás a gusto con alguien, se pasó el tiempo volando y también volando se nos cargaron las pilas para afrontar lo que queda de semana.
Cada vez que estoy con uno de mis amigos descubro más el regalo de Dios que supone tenerlo en mi vida, todo lo que de bueno me aporta y también creo que algo aporto algo a la suya. Da igual si estamos todos o faltamos algunos, el caso es reunirnos cuando sea y pasar esos estupendos ratos de presente que constituyen nuestras vidas y fortalecen nuestras almas y nuestras relaciones.
Los ratos de presente, el presente en general, es lo que nos configura poco a poco, lo que va creando ese precioso tapiz que es nuestra vida, en la que tampoco faltan hilos sueltos, marras o nudos, porque la costura es así. Cuenta un mito clásico que las Parcas (unos seres tipo brujas, feotas y horrorosas y también terribles) tejen las vidas de los humanos y ellas son las que se encargan de cortar los hilos cuando consideran que ya está terminado el tapiz de cada persona.
No sé cuánto me queda de tela por tejer y no pienso preguntarle a ninguna de las Parcas, pero sí es cierto que he aprendido a estar en el hilo del presente, a no preocuparme por lo que aún queda por delante, ya llegará y ya lo afrontaré como Dios quiera. El presente, es este momento en que estoy ahora mismo, escribiendo mis sentimientos, casi recién estrenados en el día de hoy. Anoche ya pasó, y ya se posó en su lugar de mis recuerdos, en un lugar preferente, donde siempre pongo el tiempo bien invertido en los amigos. Hoy no sé cómo será el resto del día, hay cosas en la agenda pero no me inquieta porque mi "secretario" se encarga de que llegue cada cosa a su tiempo, sin estrés y sin más preocupación de la debida. ¿Mañana? No sé, Dios dirá. El presente se va deslizando poco a poco por el tobogán del tiempo y según va llegando a mañana, se va convirtiendo en pasado, ese hilo ya puesto en su sitio, de color más o menos brillante, pero siempre útil, como todos los hilos de cualquier tejido lo son. Si falta alguno, la pieza está incompleta, de ahí la necesidad de vivir todos los hilos de cada día, no dejar nada para mañana, porque no sabemos lo que pueda pasar mañana; lo único que sí sabemos es lo que pasa ahora mismo, en el presente.

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