Descubrimientos

Cada día, cada instante, vivo un descubrimiento. Desde que amanece hasta que desaparece el sol, cada día es una aventura nueva que me brinda millones de posibilidades y siempre me presenta milagros, pequeñitos, algunos casi en zapatillas, pero estupendos y siempre enriquecedores y merecedores de la mayor de las emociones y de la inmensa gratitud a Dios por haberme regalado unas magníficas gafas para poderlos ver.
Hoy llevo ya varios en lo que va de día. El último creo que va a ser el mayor de todos los de hoy: he descubierto un hermano del alma; ¡pues vaya cosa! pueden decir los que ya están acostumbrados a leer ese término en este blog, pero no es lo mismo. Hasta hace un rato era -y espero que lo siga siendo por lo que nos reste de existencia a los dos- mi mejor amigo, y ello por derecho propio. Ahora lo considero ya mi hermano del alma, menor, pero no por ello pequeño, todo lo contrario.
Ha sido un caer de bruces en el descubrimiento. Me ha llevado bastantes años darme cuenta, pero ahí está...
¿La causa? una frase dicha por mí, además, "hemos pasado cosas muy gordas en lo personal desde que nos conocemos..." y, al rato (yo soy de efecto retardado para muchas cosas, entre ellas ésta) he caído en la cuenta.
Siempre hay personas con las que tienes una empatía especial y éste hombre es una de ellas, aunque su especialidad precisamente no sea el ponerse en el lugar del otro, porque eso le cuesta bastante (no te enfades cuando lo leas, pero es la verdad y lo sabes). Desde los primeros tiempos nos entendimos muy bien, lo cual a alguno de mi entorno más cercano no llegó a hacerle mucha gracia, pero, en términos latinos, ¡jorobetur!
Según ha ido pasando el tiempo y los años, circunstancias vividas y sufridas por los dos, a la vez o en riguroso turno, nos han ido uniendo y ayudando a comprendernos solamente con la mirada. Así, la complicidad ha llegado a ser tan profunda como "superficial" el conocimiento de la vida del otro. Es una de las paradojas de mi vida: tanto cariño entre dos personas y tan poco conocimiento de lo que pasa por la cabeza de cada uno y de lo que hace en su día a día. En fin, cosas de la vida.
Muchas conversaciones tenidas, también ha habido algunos desencuentros (de ésos de "mejormequitodeenmedioporquenoséloqueleharía"), pero siempre desde el cariño mutuo y desde el respeto al "perímetro de seguridad" que todos tenemos. Consejos y también solicitudes de consejo sobre qué hacer o qué no hacer y, por último, en la fase más crítica de mi vida reciente ahí estabas, firme, para ayudarme, para servirme de asidero a la fe, rezando por mí para que no me hundiera en el tormentoso mar en que me vi, y sin saber nadar. Fue la experiencia que me llevó a conocerte un poco más, a saber de mi importancia para ti, a dar gracias a Dios por tenerte como amigo fiel y de los de verdad.
Los caminos del Señor son como son y no como nos gustaría a nosotros que fueran, y no sé a dónde nos llevará a cada uno y lo que esté esperándonos a la vuelta de la esquina. Una cosa tengo clara y se lo debo a un gran santo: Omnia in bonum! Todo es para bien, espero que así sea siempre para ti, querido hermano menor.

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