Celebraciones

Los seres humanos somos muy propensos a las celebraciones; buscamos cualquier motivo para reunirnos donde sea, y siempre delante una mesa con viandas y bebida. ¿Y hoy? ¿Qué fiesta es? ¿Qué celebramos?
Hay muchísimos motivos para celebrar: que estamos vivos, que tenemos salud, que aún no nos hemos derretido a causa de las temperaturas de este verano con prisa que nos ha caído encima a lo grande... mil cosas con mayor o menor fundamento, pero que sólo tienen como fin poder pasar un buen rato con amigos y/o familiares.
En mi optimismo natural, siempre celebro lo que me ocurre cada día, que nunca es casual sino que siempre descubro el porqué, gracias a que El de siempre, me lo termina soplando al oído del corazón, que es el mejor para interpretar lo que nos ocurre a cada uno. Hoy, lunes, tengo motivos para celebrar como una buena mañana de trabajo, que me ha cundido, que he podido descansar en casa, incluso echar una siestecita... tantas cosas cada día, pero hoy tengo un motivo más, esta vez ajeno a mí: mañana tengo dos fiestas muy importantes en mi vida y lo festejaré como corresponde.
Por una parte, es el cumpleaños de esa preciosa mujer que me trajo al mundo y, aunque ya lo celebramos este fin de semana pasado junto al resto de la familia, mañana daré gracias a Dios porque la artífice de la mayoría de mis mejores recuerdos de la infancia, la que me ha enseñado lo que significa la ternura, la acogida, el amor sin límites y que siempre se puede perdonar al que mete la pata, está en este mundo y está bien, aunque sin rayos X, como decía aquel.
Por otra parte, es una fiesta grande para mi hermana del alma, un aniversario del que hay que estar orgulloso: 25 años de matrimonio son para dar muchas gracias a Dios. Son muchos días, uno tras otro, en los que seguramente ha habido de todo, subidas y bajadas, buenísimos y malísimos momentos; pero siempre, siempre, han estado unidos, como prometieron aquel día ante Dios, en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en la adversidad... Y así siguen, dando testimonio de que es posible que el matrimonio sea para siempre, pruebas vivientes de que cuando se tiene a Cristo como compañero de camino, como guía en esa hermosa e increíble aventura que es el matrimonio tal y como lo entendemos en la Iglesia, todo es posible y no importa lo empinada que sea la cuesta o los obstáculos que aparezcan, a veces incluso sin avisar... porque, como dice San Pablo, "todo lo puedo en aquel que me conforta". Y es así.
La prueba de que el amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta y de que no pasa nunca sois vosotros, queridos amigos Loles y Daniel.
Que Dios os bendiga siempre.

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