La agenda
Lo reconozco. Tengo el mejor secretario del mundo: le encargo mi agenda para cada día y todo, por su inmensa Gracia, se simplifica hasta el extremo. Hace ya tiempo que me atreví a hacerlo, confieso que con más miedo que vergüenza, pero como siempre, me dejó por tonta cuando me demostró con hechos palpables y contrastables que nadie como Él para colocar cada cosa y cada afán en su sitio diario.
Sin ir más lejos, ayer tenía un día, cuanto menos, complicado en la mañana y la tarde; así que, cuando fui a verle y a hablar con él un buen rato, le dije: "Ahí tienes mi agenda, en tus manos la dejo, a ver cómo me lo organizas". Dicho y hecho: la mañana fue como la seda, hubo tiempo para todo y terminó de un modo excelente con una estupenda comida para celebrar la fiesta de San Pedro y San Pablo, brindando por nuestros queridos "pedros" y también -por qué no hacerlo- por el Santo Padre, para que el Espíritu Santo le asista en el gobierno de la Iglesia y también eche un buen cable a los nuestros, que todo es preciso.
Hoy tengo otra más o menos parecida, así que desde ya he puesto mi agenda en sus manos, para que vaya indicando: "Lola, te toca hacer esto", y así saldrá todo a pedir de boca.
La cita que tenía ayer tarde-noche no sabía ni cómo empezarla, porque era algo atípico para lo que yo suelo hacer. Me explico: hace ya unos días que me están sucediendo cosas que me obligan a salir de mi "zona de confort", ciclos que se van terminando, sorpresas inesperadas, propuestas que ni por asomo me imaginaba que nadie me haría, personas que estoy conociendo y que me están asombrando por su acogida sin reservas.... Tantos sucesos encadenados entre sí, que es imposible que sean una serie de casualidades (Dios no juega a los dados, decían por ahí), así que ahora me toca a mí dar un paso al frente, sacar pecho y decir: "Hágase", porque sé que Él va a estar detrás de mí, ayudándome, reforzando mis cimientos, mis raíces que están abrazadas a su Cruz, a esa bendita cruz que cada día llevo a cuestas con una alegría que ni yo misma me creo.
Voy con él, de la mano, cada día le quiero más y me fío más de Él. Es el único en quien mi confianza no tiene fisuras, con él no tengo ni un sólo "peroysi", porque le amo más que a nada en este mundo y en el otro, y sé que él también me quiere tal y como soy, con y sin gafas, guapa y fea, arreglada y en chándal...
Anoche tuve que hablar del amor, del amor terreno que me lleva a hablar del amor divino, y lo cierto es que disfruté de lo lindo hablando (bueno, la voz sí que era la mía, pero me parece que las palabras me las sopló "Alguien"). Me preguntaron mucho, yo también pregunté y algunas respuestas me llegaron al corazón, porque eran sinceras, venían de personas buenas y creo que nos hicimos amigos allí mismo, en torno al Amor con mayúsculas. Al final, casi dos horas después, nos despedimos algunos con un abrazo sentido y un "a ver cuándo vuelves por aquí" que me tocó el corazón. Ojalá tenga que volver para seguir hablando con ellos o con otros de la grandeza del amor de Dios. La noche se remató con una cena compartida con un amigo que estoy empezando a conocer más.
Mi agenda, la de cada día, la que va construyendo poco a poco mi vida, no la llevo yo desde hace tiempo. Me la organiza Él, porque es quien dirige mi camino y mi vida. En sus manos estoy, porque salí de su plan; Él me soñó, me trajo a esta bendita tierra que piso cada día y me rodeó de muchos dones que no son para mí, sino para que todos los que se me acerquen le vean a Él y se acerquen a Él.
Tú me pusiste aquí, en este momento y ahora. Hágase tu voluntad, siempre, hasta el fin de mis días, que será cuando, gracias a Ti, te vea ese rostro que tanto amo sin conocer.
Que así sea.
Sin ir más lejos, ayer tenía un día, cuanto menos, complicado en la mañana y la tarde; así que, cuando fui a verle y a hablar con él un buen rato, le dije: "Ahí tienes mi agenda, en tus manos la dejo, a ver cómo me lo organizas". Dicho y hecho: la mañana fue como la seda, hubo tiempo para todo y terminó de un modo excelente con una estupenda comida para celebrar la fiesta de San Pedro y San Pablo, brindando por nuestros queridos "pedros" y también -por qué no hacerlo- por el Santo Padre, para que el Espíritu Santo le asista en el gobierno de la Iglesia y también eche un buen cable a los nuestros, que todo es preciso.
Hoy tengo otra más o menos parecida, así que desde ya he puesto mi agenda en sus manos, para que vaya indicando: "Lola, te toca hacer esto", y así saldrá todo a pedir de boca.
La cita que tenía ayer tarde-noche no sabía ni cómo empezarla, porque era algo atípico para lo que yo suelo hacer. Me explico: hace ya unos días que me están sucediendo cosas que me obligan a salir de mi "zona de confort", ciclos que se van terminando, sorpresas inesperadas, propuestas que ni por asomo me imaginaba que nadie me haría, personas que estoy conociendo y que me están asombrando por su acogida sin reservas.... Tantos sucesos encadenados entre sí, que es imposible que sean una serie de casualidades (Dios no juega a los dados, decían por ahí), así que ahora me toca a mí dar un paso al frente, sacar pecho y decir: "Hágase", porque sé que Él va a estar detrás de mí, ayudándome, reforzando mis cimientos, mis raíces que están abrazadas a su Cruz, a esa bendita cruz que cada día llevo a cuestas con una alegría que ni yo misma me creo.
Voy con él, de la mano, cada día le quiero más y me fío más de Él. Es el único en quien mi confianza no tiene fisuras, con él no tengo ni un sólo "peroysi", porque le amo más que a nada en este mundo y en el otro, y sé que él también me quiere tal y como soy, con y sin gafas, guapa y fea, arreglada y en chándal...
Anoche tuve que hablar del amor, del amor terreno que me lleva a hablar del amor divino, y lo cierto es que disfruté de lo lindo hablando (bueno, la voz sí que era la mía, pero me parece que las palabras me las sopló "Alguien"). Me preguntaron mucho, yo también pregunté y algunas respuestas me llegaron al corazón, porque eran sinceras, venían de personas buenas y creo que nos hicimos amigos allí mismo, en torno al Amor con mayúsculas. Al final, casi dos horas después, nos despedimos algunos con un abrazo sentido y un "a ver cuándo vuelves por aquí" que me tocó el corazón. Ojalá tenga que volver para seguir hablando con ellos o con otros de la grandeza del amor de Dios. La noche se remató con una cena compartida con un amigo que estoy empezando a conocer más.
Mi agenda, la de cada día, la que va construyendo poco a poco mi vida, no la llevo yo desde hace tiempo. Me la organiza Él, porque es quien dirige mi camino y mi vida. En sus manos estoy, porque salí de su plan; Él me soñó, me trajo a esta bendita tierra que piso cada día y me rodeó de muchos dones que no son para mí, sino para que todos los que se me acerquen le vean a Él y se acerquen a Él.
Tú me pusiste aquí, en este momento y ahora. Hágase tu voluntad, siempre, hasta el fin de mis días, que será cuando, gracias a Ti, te vea ese rostro que tanto amo sin conocer.
Que así sea.
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