Gratuidad

Preciosa palabra, hoy parece que moribunda por su escaso uso, no ya en el lenguaje, sino en la realidad de cada uno de nosotros. Gratuidad, gratis y gracias son palabras hermanas, hijas todas de la misma raíz, al igual que caridad. Paradójicamente, el "Himno a la Caridad" de la primera carta a los Corintios (capítulo 13) es la lectura más elegida por las parejas para el día de su boda y la que, por desgracia, se está volviendo manida y casi superficial, cuando tiene una profundidad de tal calado que el Papa Francisco la desglosa maravillosamente en su Exhortación Apostólica "La alegría del amor" (Amoris laetitia).
"Gratis lo recibisteis, dadlo gratis", nos dice el Señor cada día. Él ya pagó por nosotros en la Cruz, en esa Cruz en la que quedó clavado el Amor de los Amores por puro y desinteresado, inmenso e infinito amor por todos y cada uno de los de su tiempo y de todos los tiempos. Gratis lo hemos recibido y no tenemos ningún derecho a quedárnoslo para nosotros. Ésa es nuestra gran y hermosa tarea: repartir la buenísima noticia de que Dios nos ama de tal manera que nos regaló su Amor hecho carne: su Hijo Jesucristo.
Anoche me preguntaba un excelente amigo y mejor persona si podía compartir mi última entrada en este blog. ¡Claro que sí! No tengo copyright porque no puedo apropiarme un talento de los que Dios me ha concedido en esta vida; no puedo dejar de escribir igual que no puedo dejar de cantar, porque lo llevo en el corazón y en el alma, porque llevo su amor grabado como un sello en mi brazo, porque su amor es fuerte como la muerte, su llamarada divina es fuego que me enciende por dentro y que sale a borbotones de letras y melodías.
Los talentos que Dios nos da a cada uno, tan diversos como distintos somos unos de otros, son para que los disfruten los demás, porque son muestra y demostración palpable y clara de su amor por nosotros; como Padre amoroso, nos ha dotado con una serie de habilidades y capacidades que no son para que brillemos nosotros, sino para que sea Él quien brille a través nuestro.
Gratis lo recibí, gratis lo doy a todo aquel que lo necesite o que lo quiera compartir. No es mío, sino de todos. Igual que una excelente comida, hecha con amor, siempre sabe mejor cuando se comparte con otros y se percibe el disfrute en sus rostros, así es el amor de Dios. Es mejor, sabe mejor, se disfruta y se vive mejor cuando se reparte sin miramientos, cuando se derrocha con los que tenemos alrededor. No importa que se acabe el de hoy, mañana Dios nos dará mucho más para que lo sigamos desparramando por el mundo.
Recordad: es gratis.

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