Paz
Día intenso el de hoy, de trasiego de cables, routers, técnicos y un albañil, que me ha hecho completamente feliz con una sola palabra: "Adiós". Ayer fue un día de locos, martillazos, taladros, ripios, gente.... Todo lo contrario a lo que suele ser mi rutina de trabajo. Puede haber días en los que vayan más personas por mi despacho, pero lo habitual es que haya silencio o música, que yo misma me encargo de escoger y poner en mi despacho para pasar la mañana.
Seguro que todo se ha hecho para mejorar las condiciones laborales, pero el trayecto del "antes" al "después" ha sido una tortura, aunque no ha terminado aún porque ahora se suben a la planta superior, si bien ya se trata sólo de informáticos y cables, creo...
El resto del día ha sido para compensar lo sufrido: todo bueno, una comida estupenda y casera, con un buen vino para acompañar y la tarde pasada con una buena amiga, poniéndonos al día sobre lo hecho, vivido y disfrutado en el fin de semana.
Para redondear el día, la Acción de gracias con mayúsculas, esa fiesta diaria en la que me consigo acercar tanto a Cristo, que se queda en mí unos minutos, sólo eso, ¡pero qué minutos! Si hablamos, como se lleva ahora, de tiempo "de calidad", ese ratito se lleva la palma. Para mí, celebrar la Eucaristía (o sea, acción de gracias) es lo más grande que hago en todo el día, no hay nada que se le pueda comparar, ni en el trabajo ni con los amigos (perdonad,chicos, pero es así), ni con la familia. Estar tan cerca de Él, ser testigo de cómo se hace presente cuando el sacerdote le invoca (¡vaya privilegio, señores!), siempre me sobrecoge, me llena de emoción y, también, de paz, pero no una paz cualquiera, sino la paz conmigo y con la creación, esa paz que lleva consigo gozo, alegría inmensa por tan gran regalo, porque soy consciente de que no es por mérito mío el recibirlo, sino porque Él me ama y se me da entero a mí. ¡Es para morirse de la alegría!, como decía el Santo Cura de Ars.
Esa es la paz que cierra mi día, la que llena mi vida, la que consigue que duerma como una niña pequeña, tranquila, y que es la responsable de que ahora sea capaz de escribir, de poner letras a mi vida en prosa y también en verso. Mi don es su don, si escribo es por y para Él, porque le amo como jamás he amado ni amaré a nadie, porque jamás nadie me ha llenado ni me llenará como Él. Es mi paz, mi alegría y mi felicidad.
Seguro que todo se ha hecho para mejorar las condiciones laborales, pero el trayecto del "antes" al "después" ha sido una tortura, aunque no ha terminado aún porque ahora se suben a la planta superior, si bien ya se trata sólo de informáticos y cables, creo...
El resto del día ha sido para compensar lo sufrido: todo bueno, una comida estupenda y casera, con un buen vino para acompañar y la tarde pasada con una buena amiga, poniéndonos al día sobre lo hecho, vivido y disfrutado en el fin de semana.
Para redondear el día, la Acción de gracias con mayúsculas, esa fiesta diaria en la que me consigo acercar tanto a Cristo, que se queda en mí unos minutos, sólo eso, ¡pero qué minutos! Si hablamos, como se lleva ahora, de tiempo "de calidad", ese ratito se lleva la palma. Para mí, celebrar la Eucaristía (o sea, acción de gracias) es lo más grande que hago en todo el día, no hay nada que se le pueda comparar, ni en el trabajo ni con los amigos (perdonad,chicos, pero es así), ni con la familia. Estar tan cerca de Él, ser testigo de cómo se hace presente cuando el sacerdote le invoca (¡vaya privilegio, señores!), siempre me sobrecoge, me llena de emoción y, también, de paz, pero no una paz cualquiera, sino la paz conmigo y con la creación, esa paz que lleva consigo gozo, alegría inmensa por tan gran regalo, porque soy consciente de que no es por mérito mío el recibirlo, sino porque Él me ama y se me da entero a mí. ¡Es para morirse de la alegría!, como decía el Santo Cura de Ars.
Esa es la paz que cierra mi día, la que llena mi vida, la que consigue que duerma como una niña pequeña, tranquila, y que es la responsable de que ahora sea capaz de escribir, de poner letras a mi vida en prosa y también en verso. Mi don es su don, si escribo es por y para Él, porque le amo como jamás he amado ni amaré a nadie, porque jamás nadie me ha llenado ni me llenará como Él. Es mi paz, mi alegría y mi felicidad.
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