El té místico
Cosa curiosa son los sentidos, capaces de traer recuerdos desde lo más profundo de la memoria al momento presente; hábiles impulsores de la imaginación, con su incomparable don para crear mundos virtuales con apariencia de verdad clara y nítida.
Hoy me ha sucedido degustando una taza de té de nombre sonoro y casi místico: té ayurvédico de especias. Confieso que lo compré porque me intrigó el calificativo y últimamente me he vuelto una aventurera de la gastronomía y del descubrimiento de sabores y mezclas nuevas para recrear el paladar. Será mi recién estrenada cincuentena, que me empuja a exaltar la vida y no dejar nada por probar, el caso es que hoy me ha dado el punto de abrir la cajita con los sobres y, después de una estupenda comida casera y muy tradicional, me he preparado una taza de esa mística infusión...
¡Madre mía, qué explosión de sabores! No me esperaba que fuera tanta la potencia, quizá también debido a que no he sido nunca muy de especias en la cocina, pero, bendito sea el que hizo la mezcla.
Nada más poner el sobrecito en el agua caliente, se ha desprendido un aroma a clavo y canela que me ha dejado ojiplática... ¡cómo será cuando lo pruebe! he pensado... Y, efectivamente, el sabor no desmerecía para nada las expectativas. Me ha soliviantado todos los sentidos el primer sorbo: el sabor a clavo que quedaba en la boca, que, según iba desapareciendo, dejaba paso a un toque de pimienta que permanecía en mi boca, y el aroma de la canela flotando sobre todos los demás. Lo he endulzado con un toque de miel y le ha sentado mejor que bien a la mezcla....
Recuerdos de... ¿seguro que eran recuerdos? No, mejor, eran sensaciones de calidez, de arrebujarse al calor de una manta de terciopelo, con esa temperatura tan confortable que se alcanza en los primeros tiempos del otoño, cuando nos tapamos los pies mientras estamos en el sofá, viendo una película de las que nos hacen sentir en casa...
Jamás pensé que una taza de té diera tanto de sí, y lo cierto es que no tengo palabras para expresar el total de sensaciones y de sentimientos que han brotado gracias a esta infusión.
Sensación de hogar, de confort, de silencio disfrutado sintiéndome en casa, en mi rinconcito del mundo, con mi manta y mis calcetines gordos... ¡Gracias a Dios, no tengo chocolate en casa, porque lo habría devorado como una posesa después de la infusión!
Hoy me ha sucedido degustando una taza de té de nombre sonoro y casi místico: té ayurvédico de especias. Confieso que lo compré porque me intrigó el calificativo y últimamente me he vuelto una aventurera de la gastronomía y del descubrimiento de sabores y mezclas nuevas para recrear el paladar. Será mi recién estrenada cincuentena, que me empuja a exaltar la vida y no dejar nada por probar, el caso es que hoy me ha dado el punto de abrir la cajita con los sobres y, después de una estupenda comida casera y muy tradicional, me he preparado una taza de esa mística infusión...
¡Madre mía, qué explosión de sabores! No me esperaba que fuera tanta la potencia, quizá también debido a que no he sido nunca muy de especias en la cocina, pero, bendito sea el que hizo la mezcla.
Nada más poner el sobrecito en el agua caliente, se ha desprendido un aroma a clavo y canela que me ha dejado ojiplática... ¡cómo será cuando lo pruebe! he pensado... Y, efectivamente, el sabor no desmerecía para nada las expectativas. Me ha soliviantado todos los sentidos el primer sorbo: el sabor a clavo que quedaba en la boca, que, según iba desapareciendo, dejaba paso a un toque de pimienta que permanecía en mi boca, y el aroma de la canela flotando sobre todos los demás. Lo he endulzado con un toque de miel y le ha sentado mejor que bien a la mezcla....
Recuerdos de... ¿seguro que eran recuerdos? No, mejor, eran sensaciones de calidez, de arrebujarse al calor de una manta de terciopelo, con esa temperatura tan confortable que se alcanza en los primeros tiempos del otoño, cuando nos tapamos los pies mientras estamos en el sofá, viendo una película de las que nos hacen sentir en casa...
Jamás pensé que una taza de té diera tanto de sí, y lo cierto es que no tengo palabras para expresar el total de sensaciones y de sentimientos que han brotado gracias a esta infusión.
Sensación de hogar, de confort, de silencio disfrutado sintiéndome en casa, en mi rinconcito del mundo, con mi manta y mis calcetines gordos... ¡Gracias a Dios, no tengo chocolate en casa, porque lo habría devorado como una posesa después de la infusión!
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