Con la misma
Hace unos días me contaba un amigo una anécdota vivida con sus padres; el día que celebraban sus bodas de oro matrimoniales, cuando el alzheimer ya había hecho presa en su padre; el sacerdote durante la celebración, les preguntó si querían renovar su consentimiento y el padre contestó, mientras asentía con la cabeza: "Con la misma". Pocos comentarios caben ante semejante respuesta dada desde el corazón, resultado de toda una vida juntos.
Hoy pensaba yo en la respuesta de este buen hombre y me venían a la cabeza mis amigos, los de verdad, ésos que reciben directamente cada entrada de este blog, y me decía a mí misma: "Con los mismos", porque, si volviera a vivir de nuevo, querría tenerlos de nuevo como amigos, aunque volviéramos a caer -todos con todos- en las mismas piedras, pero estaríamos al lado para ayudarnos a levantar y continuar el camino, curarnos las heridas y soltar las mismas tonterías para arrancar una sonrisa al que acaba de darse el trastazo.
Dios nos hace muchos regalos a lo largo de nuestra existencia, y los amigos de verdad son los mejores. Es una de las muchas gracias que me ha concedido el Señor: poder tener un grupo de "hermanos sin adn" con los que sé que puedo contar para lo que necesite, igual que ellos saben que pueden contar siempre conmigo para lo que les haga falta.
No somos de los que siempre están juntos (aunque las "marujas" no paramos con el whatsapp, todo hay que decirlo), pero tampoco nos hace falta vernos a diario para saber que no estamos solos. A algunos los conocí hace muchísimos años, en aquella ya lejana mocedad mía; a otros me los puso delante eso que llaman mi trabajo, pero que en realidad es mi vocación y que amo profundamente, hace ya unos cuantos años. Con todos tengo algo en común: nuestro profundo amor al Señor, la certeza de que Él siempre va a nuestro lado, llevando al grupo, a cada uno de nosotros por el camino que desde la libertad hemos elegido; hay días que nos vemos más y otros que nos vemos menos o, directamente, que no nos vemos, pero yo diría que sí nos sentimos, pensamos unos en otros y siempre, siempre, estoy segura de que nos acordamos de algo que nos hace esbozar una sonrisa como la que yo luzco ahora mismo, mientras escribo estas letras.
Hoy, uno de ellos se me ha puesto colorado porque un amigo suyo (hermano de mi amiga más antigua), ha hecho un panegírico y lo ha publicado en la prensa. Me lo ha dicho y me he echado a reír pensando, como decía José Manuel Soto, "¡déjate querer, hombre, déjate querer!".
Sea esta entrada de blog un piropo y un abrazo muy fuerte para todos mis amigos; os quiero, chicos. Que Dios os bendiga siempre.
Hoy pensaba yo en la respuesta de este buen hombre y me venían a la cabeza mis amigos, los de verdad, ésos que reciben directamente cada entrada de este blog, y me decía a mí misma: "Con los mismos", porque, si volviera a vivir de nuevo, querría tenerlos de nuevo como amigos, aunque volviéramos a caer -todos con todos- en las mismas piedras, pero estaríamos al lado para ayudarnos a levantar y continuar el camino, curarnos las heridas y soltar las mismas tonterías para arrancar una sonrisa al que acaba de darse el trastazo.
Dios nos hace muchos regalos a lo largo de nuestra existencia, y los amigos de verdad son los mejores. Es una de las muchas gracias que me ha concedido el Señor: poder tener un grupo de "hermanos sin adn" con los que sé que puedo contar para lo que necesite, igual que ellos saben que pueden contar siempre conmigo para lo que les haga falta.
No somos de los que siempre están juntos (aunque las "marujas" no paramos con el whatsapp, todo hay que decirlo), pero tampoco nos hace falta vernos a diario para saber que no estamos solos. A algunos los conocí hace muchísimos años, en aquella ya lejana mocedad mía; a otros me los puso delante eso que llaman mi trabajo, pero que en realidad es mi vocación y que amo profundamente, hace ya unos cuantos años. Con todos tengo algo en común: nuestro profundo amor al Señor, la certeza de que Él siempre va a nuestro lado, llevando al grupo, a cada uno de nosotros por el camino que desde la libertad hemos elegido; hay días que nos vemos más y otros que nos vemos menos o, directamente, que no nos vemos, pero yo diría que sí nos sentimos, pensamos unos en otros y siempre, siempre, estoy segura de que nos acordamos de algo que nos hace esbozar una sonrisa como la que yo luzco ahora mismo, mientras escribo estas letras.
Hoy, uno de ellos se me ha puesto colorado porque un amigo suyo (hermano de mi amiga más antigua), ha hecho un panegírico y lo ha publicado en la prensa. Me lo ha dicho y me he echado a reír pensando, como decía José Manuel Soto, "¡déjate querer, hombre, déjate querer!".
Sea esta entrada de blog un piropo y un abrazo muy fuerte para todos mis amigos; os quiero, chicos. Que Dios os bendiga siempre.
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