Inolvidable

Canta Luis Miguel en un bolero: "...imborrables momentos que siempre guarda el corazón...". El título de la canción es "Inolvidable". Pues así puedo calificar a mi día de hoy, lunes, 15 de febrero del año del Señor de 2016.
Cuando dejé mi despacho la semana pasada, la mesa se quedó hasta arriba de trabajo pendiente que no pude terminar y, claro, hoy lo tenía esperándome con los brazos abiertos. Anoche, cuando llegué a casa después de pasar un hermoso fin de semana en un "spa espiritual" de Cuaresma, caí en la cuenta de todo lo que me esperaba hoy: cosas que despachar y preparar para el correo, tabulación de estadísticas, más las personas que vinieran por el despacho para temas varios. Ah, y asistir a una conferencia sobre el último Sínodo y que me vendría muy bien para mi trabajo y para disfrutar de una excelente ponente. Pues bien, la mañana se ha desarrollado tal y como me esperaba: despacho y conferencia, mejor que bien porque he podido conocer y hablar un rato con la conferenciante, al tiempo que he saludado a algunos amigos que hacía tiempo no veía. Todo genial.
Pero, como reza el dicho, lo mejor estaba por venir. Estaba poniendo orden entre todo lo que aún estaba pendiente, más lo que había llegado nuevo hoy, cuando aparece en mi despacho un amigo sacerdote al que conozco desde hace más de veinte años: "¿Da usted su permiso? ¡A los buenos días!", éste ha sido su saludo. Se sienta y empezamos a ponernos un poco al día: que cómo estás, que yo bien, que qué te cuentas, pues poca cosa... y, de repente, me dice: "¿Crees que es una barbaridad que yo te diga que por ser sacerdote, creo que merezco un respeto?". Me ha dejado blanca: "¡Qué va, hombre!". Partiendo de la base de que todas las personas merecemos respeto, pues... "Me refiero a que yo, por ser sacerdote, no soy como un médico o un policía", la cosa se iba poniendo cada vez mejor... y entonces se me ha encendido la bombilla; "Vamos a ver, lo que sí tengo claro -le he dicho- es que vosotros, los curas, sois unos privilegiados porque hacéis milagros todos los días. Eso de que mientras celebráis la Misa hagáis que el propio Cristo esté en vuestras manos... ¡macho, no me digas que no sois unos privilegiados!". "¡¿Ves como me entiendes?!. Pues yo -me contesta- después del montón de años que llevo celebrando Misa, ¡todavía me estremezco en el momento de la consagración! ¿Qué te parece?".
Me ha dejado sin habla y de inmediato he sentido alegría y gratitud al Señor por permitirme vivir ese momento, que me han llenado de gozo el corazón. Le he dicho que me parece mejor que bien, que eso es lo que debe ser, y me apostilla: "¡Y eso que yo soy nada, un pobre hombre! ¡Todavía no sé que me vio Dios para fijarse en mí, con lo poco que soy!".
Le he dicho que le dé muchas gracias a Dios por eso que me estaba contando, que es una verdadera alegría escuchar eso de un sacerdote ya entrado en años, como cuando se trata de un matrimonio de ancianos, que siguen queriéndose después de mucho tiempo. "Igual me pasa cuando algún abuelillo se me acerca en la parroquia y me cuenta que lleva cincuenta años con su mujer y que se quieren con sus achaques y todo, ¡cuando ya ni se acuerdan de la pasión de los primeros años!".
¡Cuántos regalos del Señor en un día! ¡Y eso que es lunes! No sé que me estará esperando el martes. Por ahora, doy gracias a Dios por el día de hoy, por la felicidad que he sentido esta mañana y que no puedo quedarme para mí sola. No tengo derecho. El testimonio de este buen sacerdote tenía que contarlo a los que leéis este blog, para que también deis gracias por él y por todos esos buenos curas que tenemos alrededor, y a los que tenemos que cuidar con la oración. Hay que pedir al Señor que envíe muchas vocaciones y que esos jóvenes que decidan consagrarle su vida lo hagan con entusiasmo, con fuerza hasta el fin de sus días; también demos gracias y recemos por los que ya llevan años de ministerio, para que no se desanimen con los tiempos que corren, para que sientan la paz del Señor en sus almas, para que sean mensajeros alegres de la Buena Noticia y muestren a todo el mundo el infinito amor y la inmensa misericordia de Dios Padre.

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