Elogio del silencio

Me encanta el silencio. Cuando el domingo por la mañana me levanto y escucho .... Nada. Ese silencio que se oye, esa sensación de que aún no han puesto las calles y que la ciudad entera duerme. Ese momento de la mañana en que hasta me da vergüenza hacer ruido porque rompo ese silencio, esa quietud que me invita a estar con Él, a solas, en mi casa.
Ese silencio que invita al recogimiento, al disfrute de esos minutos o esas horas en amoroso diálogo callado con Dios... dejándole hablar, dejándome querer por Él.
Es una experiencia increíblemente hermosa ésta que cuento, pero que no consigo describir por más palabras que use, precisamente porque es "sin palabras, tiene que ser sin palabras" como de verdad se puede ver el cuadro de la calma, de la paz interior, de la serenidad que tiene dejarse sostener por Él, en el aire, sin manos, sin cuerdas y sin muletas, sólo en sus manos, sin miedo al vacío, porque sé que no me va a pasar nada...
Qué difícil resulta hablar de amor cuando hay ruido de fondo, eso lo sabemos todos los que amamos, porque el amor, cuando es de verdad, requiere sosiego, serenidad y calma; necesita del silencio para adquirir toda su profundidad y su verdad. Sólo en silencio se puede declarar el amor, y por más bajito que se regale ese "te quiero", hay que ver lo fuerte que resuena en el corazón del amado.
Me da por imaginar ahora a Jesús, cuando hablaba con la samaritana, cansado de andar, sentado al borde de aquel pozo... "Si conocieras quién te pide de beber...". Con qué dulzura se dirigiría a ella, con qué pocas palabras le explicó y ella le entendió... ¿Cómo sería la voz de Jesús en aquella última cena con sus amigos? Con qué cariño les hablaría en esa su despedida, dándose cuenta de que ellos no se daban cuenta de nada... aún.
El silencio es el gran aliado de la oración. Sin hacer silencio en nuestro interior no podremos dirigirnos a Dios, porque si no hay silencio no podemos hablar con nadie.
En este mundo lleno de ruido cuesta mucho trabajo centrarse para rezar un rato. Creo que el demonio tiene un gran tambor y es él quien produce tantísimo ruido inútil a nuestro alrededor, para evitar que hablemos de verdad con Dios, porque el diablo sabe que si de verdad nos sentamos a hablar con nuestro Padre, seremos capaces de darnos cuenta de lo que estamos haciendo mal y así rectificar el camino. El ruido de hoy (llámese preocupación, estrés, trabajo, dinero, etc.) es el gran aliado del maligno, la gran tentación que todos tenemos: "Voy a hacer oración, pero antes...". Hagamos silencio en nuestra vida un ratito, no hace falta que sea mucho, al fin y al cabo "te quiero" sólo son dos palabras. Probad a decirlas desde el corazón y dirigidlas a Dios. Veréis lo bien que sienta.

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