Ítaca

"Cuando emprendas el camino a Ítaca..." Así es el comienzo de un bello poema de Konstantinos Kavafis, que leí hace mucho tiempo. Muchos de mis amigos también lo conocen, pero no se han leído la Odisea, de Homero, según me han contado. Una pena, porque la riqueza que aporta conocer los nombres que aparecen en el poema y que hacen referencia a episodios del poema homérico es considerable, y aporta una mayor profundidad al texto.
No voy a contar la temática de la Odisea, quien quiera saberlo que se la lea. Creo que es uno de los imprescindibles de cualquier biblioteca, junto con su compañera la Ilíada, también atribuida a Homero, que relata la guerra de Troya. Sí, esa película de Brad Pitt, pero que resulta que en el libro pasan muchísimas más cosas y se entiende mejor el porqué de los enfados de Aquiles, Agamenón y Menelao -el afrentado marido de Helena- además se puede disfrutar de la belleza que encierra en sí mismo el poema.
Volviendo al poema de Kavafis, estoy completamente de acuerdo con él en que lo importante no es llegar a Ítaca, sino todo lo que se experimenta por el camino. Es una bellísima metáfora de lo que es nuestra vida: puertos nuevos, gentes que se cruzan en nuestro camino y que tienen más o menos trascendencia para nuestra vida, esos amigos que quedaron atrás y que ya no van a volver más... Tantas cosas van jalonando nuestro camino vital, tantas cosas que no disfrutamos de verdad porque vamos tan, tan rápido...
Si nos detuviéramos ahora mismo -propongo el reto a quien lo quiera hacer- e hiciéramos memoria con los sentidos, ¿a dónde nos llevaría ese olor a ropa recién lavada? ¿El sabor de aquel dulce que volvimos a comer esta pasada Navidad y que cada año elabora nuestra madre? ¿Esa canción que por casualidad estamos tarareando sin darnos cuenta? Es un buen ejercicio el de la memoria sensorial, porque nos pone en nuestro sitio del tiempo, estamos aquí y ahora, pero ya llevamos un bagaje importante en nuestra mochila personal. Muchas cosas que vamos guardando poco menos que a empujones para que quepan más cosas aún, y que no tenemos siquiera conciencia de que están ahí. Y la mochila se hace cada vez más y más pesada, y cada vez nos cuesta más andar con ella a cuestas, y hay que ir corriendo porque tenemos muchas cosas que hacer...
Con tantas prisas a nuestro alrededor, creo que es un bueno pararse de vez en cuando, para asegurarse de que estamos vivos, de que nuestro camino hacia esa Ítaca eterna lo estamos haciendo sin perder lo esencial por el camino. Las cosas son eso, cosas, y son prescindibles, pero hay otras cosas que no lo son. Ulises, en su vuelta a casa, lo perdió todo: compañeros de travesía, el botín de guerra, incluso el barco. Pero también ganó el viaje, infinidad de experiencias que le hicieron más sabio, y también más humilde gracias a las pérdidas que tuvo, y, cuando por fin llegó a su pequeña isla, encontró lo que de verdad importaba: el amor de una esposa que, astuta y paciente, supo esperar sin desesperar. Creo que, al final, mereció la pena el viaje.

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