Evidencias

Dice Jorge Bucay en su libro Camino del Encuentro que cuando nos encontramos con alguien que, con el corazón en las manos, nos permite ser como somos, indefectiblemente nos transformamos y, añado yo, que suele ser para bien. Porque cuando conocemos a alguien que nos deja ser, es más, nos ayuda a llegar a ser todo lo que podamos ser, nace en nosotros el deseo de ser mejores precisamente para bien de aquel que nos quiere de esa forma. Pues bien, hoy he tenido una evidencia de lo que digo en forma de carta de una amiga/hermana que ha estado conmigo desde hace ya bastantes años, pero que en los últimos me ha demostrado hasta dónde puede llegar el amor por una persona. Ya sabía y era consciente de que nuestra hermandad era de por vida, pero hoy ha sido ese día en el que, de repente, con una sola frase, una palabra o una mirada, se detiene el tiempo y eres consciente de lo importante que has llegado a ser para alguien. Como consecuencia de semejante hallazgo, tú también caes en la cuenta de la importancia de esa persona para ti. Resultado: en mi caso, llanto. Sí. Lo confieso: me he puesto a llorar como una niña, pero no de pena ni emoción superficial; tenía el corazón tan lleno de alegría al darme cuenta de eso que no ha habido otra reacción posible que ésa. A mí, cuando me rebosa el corazón me lloran los ojos. Una, que es así.
De inmediato, me he puesto a pensar un poco más allá de mi sentimiento de ese instante y se me ha ocurrido que sería bueno, quizá esencial para la buena marcha de este mundo loco en que vivimos, que cada uno cayera en la cuenta de la realidad del que tiene al lado, de la realidad increíblemente hermosa y plenificante de sentirse amado por el que vive con nosotros, sea padre, madre, esposo, esposa, hermano.... Y, una vez caídos en la cuenta de tal milagro (porque es un verdadero milagro ser amado de verdad por otra persona, hasta el punto de dejarnos ser como somos incluso de dejarnos marchar para que así lleguemos a desarrollar todas nuestras capacidades o talentos), ponernos de rodillas ante Dios para darle gracias por habernos dado cuenta de eso. No importa que llevemos años de amistad, relación o matrimonio; cada persona tiene su tiempo y Dios también tiene el suyo para tocarnos con el dedo o darnos una colleja, según personas y circunstancias. Por favor, pensad un momento en vuestra vida y en las personas cercanas que tenéis y daos cuenta de cuánto os quieren; a renglón seguido, seréis conscientes de vuestro amor real por ellas. Decídselo, no os lo calléis, no perdáis ocasión de decirle al prójimo o prójima cuánto le queréis, y que no sea sólo de boquilla. Decidlo también con los ojos, que ahí es donde de verdad se lee un "te quiero" desde lo más hondo del corazón. Haced la prueba, porque merece la pena. Yo también os quiero a los que leéis este blog, y quienes me conocéis en persona sabéis que os quiero de verdad.

Comentarios

Entradas populares