¡Benditas cenas!
No hay hermandad semejante a la amistad. Esa relación que establecemos con aquellas personas que nos vamos encontrando por el camino de la vida y que puede llegar a ser muy fuerte y profunda. No importa los años que tenga, si es fuerte, da igual que sea de tres años que de treinta. La afinidad entre las personas es un misterio, una química dirían algunos aguafiestas, que comienza cuando dos personas se conocen por azar (¿seguro que es sólo azar?) y van descubriendo, poco a poco, que tienen cosas en común, gustos afines, etc.
La amistad es algo que comparto desde hace muchísimo tiempo con una cuasi hermana que conocí hace ya taitantos; ha habido idas y venidas, subidas y bajadas, apariciones y desapariciones tipo Guadiana... pero siempre ha habido química y complicidad entre nosotras, y también la seguridad que estaremos una al lado de la otra cuando haga falta.
También hay otra cuasi hermana que conocí poco después; compartíamos trabajo y, hablando (cosa rara entre mujeres), descubrimos muchísimas cosas en común, puntos de vista, compartíamos creencias profundas y modos de ver la vida que nos han hecho inseparables y firmes defensoras la una de la otra.
La tercera pata de esta mesa es la benjamina del grupo, vivaracha, deportista, y a la que conocí a través de su padre, que no sabía para qué estaba estudiando su hija semejante carrera, y, fíjate tú, que la chiquilla ya tiene un porvenir bastante bueno y un trabajo estupendo y que le encanta. Es la peque del grupo, a la que queremos las otras tres como a esa hermana pequeña de la que todas nos sentimos un poco madres.
Somos cuatro inseparables, aunque a veces hace falta una conjunción planetaria extraña para que nos juntemos para hacer algo a la vez. Y seguramente que ayer hubo alguna alineación extraña de astros porque nos reunimos para cenar y, también por ¿casualidad? vinieron dos amigos más para compartir mesa, mantel y, cómo no, oración.
A uno lo conocí hace ya bastantes años, era un joven con ganas de arreglar todo el mundo de golpe. Ahora es un hombre hecho y derecho, con las ideas muy claras, y realmente enamorado de su vocación. A lo largo de los años ha demostrado ser un verdadero amigo, casi hermano, en muchos acontecimientos de mi vida, buenos y no tan buenos, y siempre ha estado ahí.
Y el quinto, porque no hay quinto malo, es una amistad reciente en comparación con las demás: agudo, ácido como yo, y un excelente invitado para una fiesta, además de haber demostrado también ser buen amigo y magnífico compañero de trabajo.
Y héteme aquí que hace algo así como cinco meses, en una cena de trabajo, estábamos hablando algunos y se nos ocurrió la feliz idea de hacer una cena - inauguración de mi casa. Si para juntarnos cuatro hace falta alineación planetaria, ni cuento lo que hace falta para reunir a media docena. Pues al fin, tras cinco meses de hoy puedo yo pero no tú, nos reunimos para rezar y para, como no puede ser de otra manera cuando se trata de amigos, compartir mesa y mantel.
Fue la mejor velada, con mucho, de las que he pasado en muchísimo tiempo; sobre todo por la compañía. Lo primero que hicimos fue rezar juntos y después ya comenzamos con la cena, que derivó en el aumento del grupo inicial de cuatro a seis y con un precioso nombre: "¡Benditas cenas!". Como decían en aquella famosa película, "creo que éste es el comienzo de una hermosa amistad".
La amistad es algo que comparto desde hace muchísimo tiempo con una cuasi hermana que conocí hace ya taitantos; ha habido idas y venidas, subidas y bajadas, apariciones y desapariciones tipo Guadiana... pero siempre ha habido química y complicidad entre nosotras, y también la seguridad que estaremos una al lado de la otra cuando haga falta.
También hay otra cuasi hermana que conocí poco después; compartíamos trabajo y, hablando (cosa rara entre mujeres), descubrimos muchísimas cosas en común, puntos de vista, compartíamos creencias profundas y modos de ver la vida que nos han hecho inseparables y firmes defensoras la una de la otra.
La tercera pata de esta mesa es la benjamina del grupo, vivaracha, deportista, y a la que conocí a través de su padre, que no sabía para qué estaba estudiando su hija semejante carrera, y, fíjate tú, que la chiquilla ya tiene un porvenir bastante bueno y un trabajo estupendo y que le encanta. Es la peque del grupo, a la que queremos las otras tres como a esa hermana pequeña de la que todas nos sentimos un poco madres.
Somos cuatro inseparables, aunque a veces hace falta una conjunción planetaria extraña para que nos juntemos para hacer algo a la vez. Y seguramente que ayer hubo alguna alineación extraña de astros porque nos reunimos para cenar y, también por ¿casualidad? vinieron dos amigos más para compartir mesa, mantel y, cómo no, oración.
A uno lo conocí hace ya bastantes años, era un joven con ganas de arreglar todo el mundo de golpe. Ahora es un hombre hecho y derecho, con las ideas muy claras, y realmente enamorado de su vocación. A lo largo de los años ha demostrado ser un verdadero amigo, casi hermano, en muchos acontecimientos de mi vida, buenos y no tan buenos, y siempre ha estado ahí.
Y el quinto, porque no hay quinto malo, es una amistad reciente en comparación con las demás: agudo, ácido como yo, y un excelente invitado para una fiesta, además de haber demostrado también ser buen amigo y magnífico compañero de trabajo.
Y héteme aquí que hace algo así como cinco meses, en una cena de trabajo, estábamos hablando algunos y se nos ocurrió la feliz idea de hacer una cena - inauguración de mi casa. Si para juntarnos cuatro hace falta alineación planetaria, ni cuento lo que hace falta para reunir a media docena. Pues al fin, tras cinco meses de hoy puedo yo pero no tú, nos reunimos para rezar y para, como no puede ser de otra manera cuando se trata de amigos, compartir mesa y mantel.
Fue la mejor velada, con mucho, de las que he pasado en muchísimo tiempo; sobre todo por la compañía. Lo primero que hicimos fue rezar juntos y después ya comenzamos con la cena, que derivó en el aumento del grupo inicial de cuatro a seis y con un precioso nombre: "¡Benditas cenas!". Como decían en aquella famosa película, "creo que éste es el comienzo de una hermosa amistad".
Comentarios
Publicar un comentario