Esos regalos

Hoy me he encontrado con un regalo estupendo del Señor. Aparte ya de la prueba fehaciente de que el otoño por fin ha llegado a mi tierra, he estado celebrando con unos amigos su aniversario de boda. Hace muchísimos años que nos conocimos, ellos ni siquiera eran novios aún cuando coincidimos estudiando la carrera. A él lo conocí al empezar primero, a ella, tres años después, cuando él y yo nos fuimos a otra ciudad para continuar con la especialidad. Cuando terminamos los estudios, ellos ya eran novios y nuestros caminos se separaron.
Casualmente, ellos se casaron diecinueve días antes que yo. Y hoy, justo al salir de misa, nos hemos visto y me han invitado a su casa. Allí hemos compartido una celebración improvisada y hemos terminado brindando con cava por su aniversario junto con sus dos hijos y otros amigos que también nos han acompañado y con los que he pasado una tarde realmente buena.
Regalo de Dios los amigos, de nosotros depende luego conservarlos. Aunque, cuando la amistad es verdadera, por muchos golpes que reciba, distanciamientos, terceras personas que se meten en medio, etc., siempre estará ahí, aunque parezca que se perdió, que ya no se tiene en cuenta. Ahí estará siempre. Y de eso me estoy dando cuenta ahora, o, mejor dicho, llevo dándome cuenta durante casi dos años ya: a pesar de la distancia temporal o física, siempre están ahí. Les podría cantar aquel bolero: "contigo en la distancia, amigo mío, estoooy". Bromas aparte, la amistad es el mejor regalo que te pueden hacer: ese saberte aceptado tal y como eres, con tus virtudes y tus defectos, tus tonterías y tus problemas compartidos. Un amor desinteresado y que, como dice S. Pablo, no lleva cuentas del mal.
Ése ha sido el mayor regalo de hoy: compartir risas y cariño con los amigos al salir de misa. Los demás regalos han sido un día libre y, cómo no iba a decirlo, mi otoño en plena lluvia, nubes y humedad ambiental. Esas tardes que apetece estar ya en casa antes de que anochezca, buscar una manta y echártela en las piernas mientras disfrutas de una taza de chocolate caliente, un buen libro o música, o, por qué no, una buena película -y esta tarde, para variar, he visto una estupenda en la televisión-.
Esos regalos que me hacen distinguir la mano de Dios en mi vida, esa mano que me acaricia y me hace saber lo mucho que Él me ama.

Comentarios

Entradas populares