Entre amigos
Las personas tenemos la sana y estupenda costumbre de reunirnos para comer cada vez que podemos. Comer solo no es algo que nos guste, aunque cada uno de los que así pasamos la mayoría del tiempo lo llevemos con el mayor garbo posible.
Hoy he tenido la dicha de compartir mesa y mantel con compañeros del trabajo y también amigos, algunos desde hace muchos, muchos años, incluso tenían pelo cuando nos conocimos.
Cuando las personas queremos celebrar algo siempre nos reunimos para comer; al calor de una comida, regada con buena bebida, tienen lugar los mejores y mayores acontecimientos que puede vivir un ser humano: amistad, amor, compañía... siempre y cuando no haya excesos que lleven a la clásica exaltación de la amistad y terminen por cantar "Asturias patria querida" o algo similar.
La mesa es lugar de acercamiento, de diálogo, de poder compartir con otro lo que sientes, te ocurre o piensas; si, además, se trata de una reunión de amigos, es el mejor modo de afianzar la amistad o la relación con alguien. En torno a una mesa se reunió Jesús con sus amigos, sus doce amigos, para dejarles su legado y para despedirse de ellos en una última cena. En torno a otra mesa, los cristianos celebramos cada día el memorial de la muerte y resurrección de Cristo, tal y como Él lo pidió a sus amigos en aquella noche.
Bodas, bautizos, comuniones, confirmaciones... muchas celebraciones religiosas tienen también su posterior continuación con mesa, mantel y viandas. Incluso hay quien después del funeral tiene una comida con familiares y amigos para celebrar todos los buenos momentos vividos con el difunto.
Me encanta cocinar, desde hace mucho tiempo lo sé y creo que cocinar bien para alguien es una prueba de amor. Cuando se pone cariño entre los pucheros, el resultado es siempre óptimo. Incluso cuando se cocina para uno solo: ¡nada de hacer algo para salir del paso! ¡Ni hablar! La autoestima también se debe cultivar en los fogones, debemos comer bien aunque estemos solos. Para mí, el tiempo en la cocina no se pierde, se invierte en uno mismo o en los demás, si es que no vivimos solos.
Personalmente, creo que las clases de cocina no estarían de más en los programas académicos, porque los estudiantes también tienen que comer, y no sólo de comida rápida o de los tuppers de mamá vive el hombre.
Pero a lo que iba desde el principio: hoy he comido con amigos y entre amigos y he dado gracias a Dios por ello. Me encanta compartir vida con los demás, cada vez me gusta más y no tengo intención de dejar de hacerlo.
Hoy he tenido la dicha de compartir mesa y mantel con compañeros del trabajo y también amigos, algunos desde hace muchos, muchos años, incluso tenían pelo cuando nos conocimos.
Cuando las personas queremos celebrar algo siempre nos reunimos para comer; al calor de una comida, regada con buena bebida, tienen lugar los mejores y mayores acontecimientos que puede vivir un ser humano: amistad, amor, compañía... siempre y cuando no haya excesos que lleven a la clásica exaltación de la amistad y terminen por cantar "Asturias patria querida" o algo similar.
La mesa es lugar de acercamiento, de diálogo, de poder compartir con otro lo que sientes, te ocurre o piensas; si, además, se trata de una reunión de amigos, es el mejor modo de afianzar la amistad o la relación con alguien. En torno a una mesa se reunió Jesús con sus amigos, sus doce amigos, para dejarles su legado y para despedirse de ellos en una última cena. En torno a otra mesa, los cristianos celebramos cada día el memorial de la muerte y resurrección de Cristo, tal y como Él lo pidió a sus amigos en aquella noche.
Bodas, bautizos, comuniones, confirmaciones... muchas celebraciones religiosas tienen también su posterior continuación con mesa, mantel y viandas. Incluso hay quien después del funeral tiene una comida con familiares y amigos para celebrar todos los buenos momentos vividos con el difunto.
Me encanta cocinar, desde hace mucho tiempo lo sé y creo que cocinar bien para alguien es una prueba de amor. Cuando se pone cariño entre los pucheros, el resultado es siempre óptimo. Incluso cuando se cocina para uno solo: ¡nada de hacer algo para salir del paso! ¡Ni hablar! La autoestima también se debe cultivar en los fogones, debemos comer bien aunque estemos solos. Para mí, el tiempo en la cocina no se pierde, se invierte en uno mismo o en los demás, si es que no vivimos solos.
Personalmente, creo que las clases de cocina no estarían de más en los programas académicos, porque los estudiantes también tienen que comer, y no sólo de comida rápida o de los tuppers de mamá vive el hombre.
Pero a lo que iba desde el principio: hoy he comido con amigos y entre amigos y he dado gracias a Dios por ello. Me encanta compartir vida con los demás, cada vez me gusta más y no tengo intención de dejar de hacerlo.
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