La vida te da sorpresas...

"Sorpresas te da la vida, ¡ay Dios!", dice la canción. Cuando más tranquila estás, ¡zas, en toda la boca! Por arte de birlibirloque, te llega otra bofetada y tú, mirando a todas partes, girando sobre tus pies, buscando a ver por dónde se ha ido el individuo o a ver si le pillas la matrícula al camión... pero no, ya no hay nadie. Para cuando te levantas y te sacudes el polvo, cerciorándote al mismo tiempo de que no tienes nada roto, ya ha pasado el responsable de esta nueva caída.
Hasta hace no mucho tiempo, una caída mía implicaba ingreso hospitalario-espiritual y cabestrillo cardíaco durante mucho, mucho tiempo. Sin embargo, desde que aprendí a caer para no lastimarme en exceso, he dejado de sufrir. El golpe por supuesto que duele, pero se encaja muy, pero que muy bien, con un "¡hala, otra más!" y con un suspiro y una mirada confiada al cielo con la jaculatoria: "¡Tú sabrás!", se termina el duelo. ¡Nueva otra vez!
Otra señal más al libro de mi vida, otra página más que se cierra, pero sin amargura, sin mala uva, sin rencor, sin deseo de venganza, sin "y tú, más". En una palabra, perdonando y olvidando de corazón. Desde que comencé mi nueva etapa vital he descubierto dos cosas muy importantes: una, que soy capaz de perdonar de verdad, sin guardar memoria de la ofensa (aunque el golpe no se olvide), rezando a Dios por el que me ha dado el golpe, para que Dios le dé luz y le ayude, para que todo el mal que ha causado o que pueda causar le venga devuelto en bien para él. Segundo, y no por eso menos importante, que he perdido el miedo; miedo a ser yo misma, miedo a decir lo que pienso (pero con cuidado, que las formas también pueden dañar), miedo a hablar del Dios en que creo, miedo a tomar decisiones que antes se me acumulaban en estúpidos regomellos, miedo a mostrarme tal y como soy no vaya a ser que...
La consecuencia de estas dos cosas ha sido rápida y fulminante: he salido ganando en una proporción infinita. Resulta que soy más empática con las personas, que puedo ayudar aún más y mejor que antes a los demás, que amando sin reservas a todo aquel que se me cruza en el camino soy mucho más feliz y que, mientras más amo, más feliz soy y más amada me siento por los demás, y esto no se paga con nada.
Tengo un grupo de amigos cada vez más grande y la relación es más profunda y mejor.
¿Que vienen más problemas? ¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad! Sé que me vas a ayudar siempre, así que... ¡a lo que venga!
¡Jamás he sido tan feliz como ahora! Amar a Dios y dejarse en sus manos fue mi mejor elección, el "Sí, quiero" mejor dado y con mejores resultados de toda mi vida.

Comentarios

Entradas populares