Las cosas claras....

Nada como la espontaneidad de las personas sencillas, que no tienen dobleces. Me encanta mi trabajo en mañanas como ésta y como otras, en las que la sinceridad tan brutal y al tiempo tan tierna de las gentes nos llegan tan al corazón que a veces cuesta trabajo reprimir una lágrima de emoción y otras, a duras penas podemos reprimir una sonrisa o, también, una carcajada.
Desde que estoy en mi puesto de trabajo, he recibido las más variopintas, sinceras y transparentes respuestas a cuestiones no tan distintas, porque siempre se trata de los mismos temas. Me explico. Trabajar en el tema de las nulidades matrimoniales  tiene un doble aspecto: primero porque se trata de un esquema que se repite siempre: una pareja se conoce, comienza una relación, se casa y acaban separados por unos u otros motivos. Segundo, porque en ese esquema, las situaciones son tan diferentes como las propias personas entre sí, de ahí la variadísima casuística que se da cada mañana en mi despacho.
A una pregunta tan simple como "¿qué sabe usted sobre el viaje de novios de estos esposos?" he tenido algunas personas que contaban casi más detalles que los propios recién casados (con el consiguiente asombro de los que escuchábamos la prolija respuesta), como uno que, simplemente dijo: "No lo sé. Yo no fui". Otra cuestión común a los que comparecen como testigos en este tipo de procesos es pedir que describan la forma de ser de él y de ella, y ahí sí es cierto que la cantidad de respuestas es directamente proporcional a la riqueza del castellano en sus adjetivos más calificativos. Tenemos, por ejemplo, lo que sería una "metáfora florida" (citando al Sr. Spock en una película de la saga Star Trek): "¿Ése? ¡¡Estaba más verde que un troncho!!". También tenemos los aficionados a los comics de superhéroes: "¿Fulanita? ¡Mariquilla la Fantástica!".
También están los que usan términos "neutros", como "normal", "lo corriente", etc. y que ayudan bien poco a esclarecer el tema: "¿Sabe usted si Pepito bebía?" "Bueno, ¡lo normal!". Repregunta: "Y, ¿cuánto es lo normal?". "Pues, ¡lo normal! Un litro de cerveza comiendo, tres o cuatro cubatas después y luego otro litro en la cena". ¡Toma ya normalidad!  Y respecto al otro término -"lo corriente"-, recuerdo una anécdota que me contó un muy buen amigo, recordando sus años mozos de sacerdote recién ordenado, cuando estaba preparando el expediente con unos novios que se iban a casar. Estaban en la sacristía los novios y los padres de la novia, y el sacerdote hacía las preguntas sobre los impedimentos para casarse; existe uno que es de consanguinidad, pero el pobre hombre no tuvo fortuna al formular la pregunta y les dijo a los novios: "¿Os tocáis algo?", a lo que el novio, colorado como un tomate, contestó: "Hombre, padre, ¡lo corriente!".

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