Una frase afortunada

Estaba viendo una serie de televisión y oí una frase que me llegó al corazón: "La esperanza es ese bicho con plumas que se posa en el alma y no para de cantar" (Emily Dickinson). Me pareció tan bella y tan expresiva que me hizo recordar un famoso mito, el que da al color verde su vínculo con esta virtud, aquel que cuenta el "regalito" que los malévolos dioses hicieron a los hombres en venganza por los muchos dones que el titán Prometeo les había quitado para favorecer a los hombres. Resulta que Prometeo significa "el que ve con antelación" y este titán tenía un hermano que no era tan precavido y se llamaba Epimeteo (y significa justo lo contrario). Pues entre los dioses construyeron una mujer a la que dotaron de numerosos dones y por eso llamaron "Pandora" (la que es todo regalos) y se la dieron por esposa a Epimeteo. La dote de la señora era una preciosa caja que tenía prohibido abrir, y como ya se puede imaginar desoyó el consejo y abrió la cajita, que contenía todos los males y dolores, que se esparcieron rápidamente por el mundo. Cuando consiguieron cerrar la caja sólo quedó una piedra verde al fondo, que era la esperanza. Hasta aquí el mito clásico, fuente de numerosos refranes como el de que la esperanza es lo último que se pierde, etc.
Sin embargo, la frase de la Sra. Dickinson me parece que es más expresiva en sí misma: ese bicho con plumas que no para de cantar en nuestra alma. Es una imagen preciosa y también muy positiva, porque la idea de que la esperanza esté dentro de mí sin parar de cantar es muy alegre; es esa fuerza interior que nos hace remar mar adentro y echar las redes aunque pensemos que no vamos a sacar nada, porque -aunque la lógica nos diga lo contrario- sabemos que eso es lo que tenemos que hacer.
Ese bicho emplumado me aconsejó una vez con su canto que depositara toda mi confianza en Dios, y así lo hice cuando ya no había más calles por las que huir ni más agujeros donde esconderme. Y funcionó, ¡vaya si funcionó! Nunca me he arrepentido de haberlo hecho y gracias a aquella decisión soy feliz y no pienso dejarle. Sea verde o con plumas y cantarina, la esperanza es una virtud muy necesaria en nuestra vida, sobre todo en este siglo XXI donde no hay tiempo para casi nada ni casi nadie. Nuestro principal reto como cristianos es hacerla llegar a todo el mundo, porque es tan necesaria para las personas como el aire para respirar. Podría decir que la esperanza es el aire para el alma, sin ella nos ahogaríamos en esta sociedad de continuos problemas, prisas y agobios. La grandísima noticia del Evangelio es que hay esperanza para el hombre porque Dios nos quiere sin reservas, está a la espera de que le pidamos ayuda para sacarnos de nuestra negatividad y nuestros problemas y tribulaciones, y nos lo demostró enviando a su Hijo, que se hizo hombre y nos enseñó el verdadero rostro de Dios: el de un Padre que no lleva cuentas de las trastadas de sus díscolos hijos, que nos quiere sin medida y que quiere que seamos felices en este mundo y vivamos por siempre con él cuando dejemos esta vida.

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