Tú haces que quiera ser mejor persona

Preciosa frase que oí en la película "Mejor imposible", en boca de Jack Nicholson en el papel de un hombre incapaz de decirle al personaje que protagonizaba Helen Hunt que estaba enamorado de ella. Si nos fijamos un poco, no puede ser más expresiva ni mejor traducción de la metamorfosis que produce el amor en un ser humano. La primera consecuencia de estar enamorado es querer ser lo mejor posible -en todos los sentidos- para esa persona que significa tanto para nosotros. Me llegó al corazón esta frase y hoy la he vuelto a oír en boca de una madre agradecida por la labor que han hecho con su hijo en la catequesis parroquial. Creo que es de justicia alabar la tarea de tantos catequistas anónimos que llevan hasta los más pequeños la Buena Noticia del Amor y la Misericordia de Dios. Ya que en la escuela cada vez se dan menos valores cristianos y la clase de religión es una especie en vías de extinción, sólo quedan dos lugares donde los niños pueden conocer a Cristo: en casa y en la catequesis parroquial.
En casa, ¡puf! ¿a qué hora? Porque padres y madres están tan afanados en trabajar para que a los hijos no les falte de nada, para llegar a fin de mes, para pagar las academias de inglés, de judo, de manualidades, la música... que apenas pueden llevarlos o recogerlos de catequesis y esa tarea se le queda a los abuelos. Es cierto que la sociedad de hoy requiere jóvenes muy preparados conseguir trabajos cada vez más especializados y técnicos, pero a cambio de perder gran parte de esa infancia que yo, por ejemplo, pude vivir: jugar con mis amigos, merendar tranquilamente en casa, leer tebeos (¡cuánto me gustaban!), hablar de esas cosas tan importantes que tenemos que contar a nuestras madres o padres cuando tenemos cuatro o cinco años... También en mi casa fue donde yo conocí a Jesusito de mi vida, que era niño como yo... y de ahí para arriba. Aprendí a rezar en casa, que existe un Dios que cuida de mí y al que le debo todo lo que soy y poseo. También tenía religión en la escuela, incluso historia sagrada, y era muy fácil aprenderse los grandes personajes de la Biblia porque nos los presentaban como unas preciosas historias que entendíamos con facilidad. En la parroquia tomé contacto con más niños y después con más jóvenes, y así emprendí mi camino dentro de la Iglesia, así fui consciente de mi verdadero lugar en el mundo, allí me encontré, finalmente, cara a cara con Cristo, en un maravilloso encuentro que jamás olvidaré. Allí estuvo mi Galilea, allí vi al Señor y me enamoré perdidamente de Él, y ahí comprendí que cuando amas a alguien de verdad, quieres ser mejor persona, porque sabes que así Él puede ser feliz, porque cuando soy mejor persona y se da cuenta, me regala la mejor de sus sonrisas, y ¡no os hacéis idea de lo hermosa que es la sonrisa de Dios!

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