Haciendo limpieza

Ayer por la tarde, después de día y medio de oscuros berrinches, se hizo la luz. Recibí un nuevo regalo de Dios a través de las palabras de una amiga, que me hizo sentarme a pensar en el tiempo que vivimos: la preparación para la Navidad. Pero desde un ángulo que no me había planteado antes: mi propio portal de Belén. No me refiero al que he puesto en mi casa, con poquitas cosas más allá del propio Misterio, los Reyes magos y alguna cosilla más, sino a mi ser más profundo, y me hice la siguiente pregunta: ¿estoy yo en condiciones de servir de cuna para un recién nacido?
El auténtico establo/portal donde nació Jesús, el Hijo de Dios, hace más de dos mil años debía estar hecho un desastre, en pésimas condiciones higiénicas puesto que era donde dormía el ganado por las noches. ¡Cuánto tuvieron que trabajar José y una María ya con embarazo a término para limpiar aquel sitio y que estuviera lo mejor posible para el nacimiento que ya estaba en puertas!
Y resulta que el Adviento es la "operación limpieza" como la que todos los que vamos a recibir a nuestra familia hacemos para que todo esté impecable y hasta con adornos típicos de las fechas. Pero, ¿hacemos lo mismo con nuestro corazón? ¿Lo limpiamos y preparamos para que el Hijo de Dios nazca en él y se encuentre un mínimo de acogida, de calor?
Y, si eso es el Adviento, ¿la Navidad? Pues se trata de hacer que el Niño que ha nacido se encuentre cómodo, acogido y calentito. Nada más ¡y nada menos! Porque, según el dicho: "La Navidad, ¿bien o en familia?" no son unas fechas precisamente amistosas y de cordialidad familiar, sino de "vamos a quedar bien" porque hasta el año que viene no nos veremos otra vez. Hoy he oído una expresión que me ha encantado: "La sonrisa no le llegaba a los ojos" y he caído en la cuenta: ése es nuestro gran problema, que no es que no acojamos al que tenemos al lado, es que le echamos una sonrisa, que no nos llega a los ojos, o sea, que no es verdadera, que estamos "quedando bien". Ya sé que la familia -y más aún la política- es de difícil trato, pero no lo hagamos por nosotros, sino por Él, por el Niño cuyo nacimiento celebramos. ¡Que la fiesta de cumpleaños es para Él, no para nosotros! ¡¡Ojo!! El mejor regalo que podemos hacer a Jesús es despojarnos de todo lo superficial y quedarnos con lo que de verdad importa, con una sonrisa que sí llegue a los ojos, con un "Feliz Navidad" que de verdad nos salga del corazón.
El regalo más barato que podemos hacer es siempre el que más trabajo nos cuesta: dedicar tiempo a nuestra familia más cercana. He visto el anuncio de "La otra carta", de Ikea y me ha parecido buenísimo, la realidad más pura y más dura de hoy: los niños están hartos de juguetes, sólo quieren que sus padres jueguen con ellos a lo que sea, que los padres "inviertan" el tiempo en sus hijos. La rentabilidad de esta inversión es inmensa porque el amor siempre crece exponencialmente cuando se regala. Y esto mismo se puede aplicar a nuestra relación con Dios: el multiplicará, mínimo, por cien el tiempo y el amor que le dediquemos. No lo olvidéis nunca.

Comentarios

Entradas populares