Estad alegres en el Señor

Esa frase, de la primera carta de San Pablo a los tesalonicenses, contiene la actitud que debe distinguir a todo cristiano: la alegría en el Señor. Una alegría que sólo experimenta quien de verdad se ha encontrado con el Señor, quien de verdad ha vivido su cercanía, quien de verdad ha conseguido entrar en intimidad con Él. Es el Encuentro que te cambia la vida, que te hace caer en la cuenta de que, sin Él, no puedes hacer nada, que el GPS que guía tus pasos es Él y su Espíritu el motor de tu vida. Postrarse ante el Sagrario y dejar que sea Él quien hable, sentir su presencia tan cercana, su calor tan reconfortante y su paz es algo que no se puede describir con palabras. Es gozar del Amor con mayúsculas, un amor que nadie, aparte de Él, nos regalará nunca, un amor que lo da todo, pero que también lo exige todo, y con enorme facilidad se lo damos todo porque no nos cuesta trabajo renunciar a lo que sea, hacer lo que sea por Él.
La historia del Amor de Dios con nosotros dura ya muchísimos años, y Él tiene la paciencia de esperar a que nos demos cuenta de que está ahí, de que existe, de que nos quiere sin límite, sin tener en cuenta nuestras faltas, nuestros defectos.
Cuando una persona se da cuenta de que es amada de esta forma, su única respuesta puede ser una alegría sin límites, y esa alegría nos lleva con toda naturalidad a contar a todo el mundo lo que nos ha pasado, porque cuando el corazón está tan lleno, rebosa por la boca y por los ojos, y así es como podremos ser testigos de la Buena Noticia, de la Grandísima Noticia de que Dios nos quería tanto, que no pudo quedarse en el cielo, sino que un día, hace dos mil y pico años, se quiso hacer Dios-con-nosotros. Aquel que no cabe en el universo, escogió a una mujer sencilla y en su seno se hizo hombre. Y la consecuencia de aquello fue la  más bella oración que jamás hizo una mujer: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador...". "Se alegra mi espíritu", dijo María a su prima Isabel, y es que ante Dios no podemos tener otra actitud que la alegría de sentirnos salvados, protegidos y amados.
Feliz domingo III de Adviento, también llamado "Gaudete" (Alegraos).
¡¡Que el Señor está cada día más cerca!!
¡¡Limpiemos los rincones y las estancias de nuestro corazón!!

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