Corona de Adviento

Por fin han llegado los fríos, que parecía que este año los polvorones iban a ir acompañados de manga corta, gafas de sol y mojito en la mano...
Y con los fríos, la "normalidad" de noviembre, ese mes que los cristianos dedicamos a recordar a nuestros difuntos y también a aquellos que han muerto y de los que ya no se acuerda nadie. No cuesta trabajo rezar al Señor por los unos y por los otros, pues todos sin excepción también daremos el paso de este mundo al otro.
Y, en la línea de que la muerte sólo es un paso hacia otro estado de vida, la que no se acaba, también en el mes de noviembre solemos terminar el Año Litúrgico con la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, que este año coincide con el penúltimo domingo del mes: el día 23. Ese domingo también pasaremos de un año litúrgico al siguiente y empezaremos ese tiempo de camino, pero sobre todo de esperanza, que es el Adviento, la espera jubilosa y confiada en la llegada del Mesías. Tiempo de preparativos, de ilusión (recordemos cómo estaría María, ya con el embarazo muy avanzado, preparando los pañales, la ropa que pondría a su Hijo...).
Un tiempo realmente precioso para un cristiano. Por eso decoramos nuestras casas con la Corona de Adviento, hecha con ramas verdes y con cuatro velas, una por cada domingo de Adviento. Tres de ellas de color morado, de penitencia, pero no de penitencia-castigo triste y ojerosa, sino de penitencia-limpieza del camino para que venga el Señor. Oiremos la voz de Juan Bautista gritando "¡Preparad el camino al Señor!", "¡Allanad los senderos!". Y se trata de eso, de que hagamos limpieza en nuestro corazón para dejarle sitio al Señor, sólo a Él. De ahí la necesidad de tenerlo todo preparado, porque cuando llegue y se instale todo será alegría y júbilo. También escucharemos al profeta Isaías: "¡Afianzad las rodillas vacilantes! Decid a los de corazón abatido: 'ánimo, no temáis'".
La cuarta vela es rosa, pero no por capricho, sino porque es la que se enciende en el tercer domingo, llamado "Gaudete", porque es el Domingo "Alegraos" (eso significa gaudete en latín). Alegraos porque sólo queda un domingo para la Navidad; alegraos porque Él está cerca, porque el yugo de nuestro cuello va a desaparecer, porque él nos va a recompensar todo el mal con un inmenso bien, porque Él hará desaparecer las lágrimas de nuestros ojos, el pesar de nuestro corazón, porque Él nos va a demostrar que por muy grande que sea nuestra carga, la podremos llevar junto a Él; alegraos porque la promesa de Dios Padre se va a cumplir en la Encarnación y Nacimiento de Jesús.
Pongamos todos una Corona de Adviento en casa, encendamos las velas y oremos, demos gracias a Dios porque él envió a su Hijo para salvarnos, para demostrarnos que se puede ser como Dios manda -literalmente-.

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