Otoño renovado

Ya hemos empezado el otoño, llevamos ya unos cuantos días en que anochece antes y amanece después. Empiezo a trabajar antes que el sol, pero cuando salgo a la calle, a pesar del relente que me encuentro algunas mañanas y que me hace apretarme la chaqueta, las calles rebosan de vida: niños y adolescentes con sus mochilas, hombres y mujeres que se dirigen al trabajo, coches, furgonetas de reparto... Un bullicio que contrasta con la quietud de la todavía noche.
Otoño, mi tiempo favorito. Siempre lo ha sido, sobre todo si una tarde se presenta con lluvia, ¡qué gozo poder estar sentada, tranquila, leyendo, mientras se oye el tintineo de la lluvia tras los cristales!. Puede sonar cursi, pero me encantan esas tardes en las que lo que más apetece es un chocolate caliente y un buen libro o una buena música de fondo -o ambas cosas-.
También hemos empezado octubre, apenas lo hemos empezado a usar y ya vienen los recuerdos de años pasados y pisados, que ya no volverán más. Este otoño será diferente, ya lo es, tiene una luz distinta a otros y además trae un regalo consigo: paz, una gran paz y la serenidad y seguridad de saber cuál es mi lugar en el mundo. Mi sitio es aquí y mi momento es ahora. El futuro aún no ha llegado y el pasado no se puede cambiar, así que hoy es mi día, hoy vivo mi vida y hoy me alegro porque sé que en mi camino no estaré sola jamás, porque he encontrado el verdadero sostén de mi vida, mi camino y mi luz en Cristo. Sólo en él he podido encontrar la verdadera paz, el verdadero camino y la auténtica luz para alumbrarme en los momentos de oscuridad; ésos en los que él se encarga de llevar a cuestas su cruz, la mía e incluso a mí misma.
Otoño renovado porque sólo con Él y en Él se hacen nuevas todas las cosas.

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