Las sorpresas de Dios

Una de las primeras frases que pronunció el Papa Francisco y que me llamó la atención fue la que hacía referencia a las sorpresas de Dios. Creo que fue en la primera Vigilia Pascual que presidió en Roma, ya siendo Papa. Para mí fue novedoso oírlo, pero no tengo palabras para explicar lo que ha supuesto para mí vivirlo.
Sí. Desde que mi vida cambió gracias a la actuación de Dios en ella, de modo visible y palpable veo y soy consciente de sus sorpresas. Son continuas, son -como buenas sorpresas- inesperadas y son, sobre todo increíblemente gozosas. Hace unos días recuperé una amistad que creí perdida y en la que, nuevamente, he confluido por una causa dolorosa; sin embargo, el vernos de nuevo después de muchos años sin contacto ha sido fuente de un gozo inefable. Unidas por el dolor, compartimos una comida, risas y también, ¡cómo no!, llanto, pero sobre todo alegría y la certeza de que, aunque hemos estado separadas, podemos contar una con la otra sin ningún género de dudas. ¿Fue cosa del destino? ¿De la casualidad? Creo que no. Una vez me dijeron que "casualidad" es la firma de Dios cuando no quiere que se sepa que ha sido Él.
Hoy he tenido otra sorpresa, una copa de feria con dos buenos amigos, hemos compartido un buen vino, unas cervezas y una excelente tapa... ¿Casualidad? Nuevamente lo dudo. Ha servido para que los tres afianzáramos lazos y nos divirtiéramos juntos, con plena confianza, compartiendo confidencias y alegrándonos unos por otros.
Si hay algo que me está quedando meridianamente claro es que Dios tiene la firme convicción de que quiere que sea feliz. ¡Y lo está consiguiendo!

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