De palabros idiomáticos
Si algo tengo que agradecer a Dios (aparte de otras muchísimas cosas) es mi titulación en filología: amo el lenguaje, lo confieso. Una de mis pasiones es analizar el modo de hablar de cada una de las personas que cada día se cruzan en mi camino, y disfruto sobremanera con ello. Cada día surge algo que me hace pensar en cómo ha nacido esa palabra, esa expresión y en el uso que esa persona concreta hace de ella.
Una de las causas más frecuentes de la creación de "palabras aproximadas" es el oído. Muchos jóvenes de mi generación aprendimos de oído a martirizar el del prójimo con nuestras dotes para la música: no sabemos leer una partitura ni falta que nos importa, porque como "tenemos buen oído" nos lanzamos sin piedad a ejecutar (en el más estricto sentido de la palabra) cualquier melodía que nos llegue a las trompas de eustaquio, y así nos va... Pues por ese mismo principio generador, bastantes de las personas que acuden a mi despacho traen la información aprendida "de oído" y por eso provocan en mí una sonrisa de agradecimiento, porque la gente es así de llana y sencilla, que habla de lo que oye y tal y como interpreta una palabra que desconoce: la aproxima a otra que sí conoce y que, intuye, se puede parecer. Trabajar en un lugar tan "extraño" como un Tribunal Eclesiástico da para mucho, y si no, a las pruebas me remito, pues comparto experiencias con abogados, psicólogos y, por supuesto, con los sacerdotes que también trabajan en este campo.
Sin dar más vueltas, pongo algunos ejemplos: me han pedido cita para informarse sobre la "anulidad" del matrimonio, otros directamente me han pedido que los anule ("quiero que me anule usted", ha sido una petición relativamente frecuente), o que les informe sobre la "inmunidad matrimonial". Esta última fue de traca, no sabía si echarme a reír o regalarle un casco cuando viniera, para que fuera inmune al matrimonio. También alguien me dijo que al leer la sentencia se quedó "irso flasto" para que le diera una "cataplasma".
Otras veces, la interpretación de las palabras la hemos compartido en sala, durante algunas declaraciones, en las que a duras penas nos hemos podido contener la risa (incluido el que estaba declarando, cuando se da cuenta de lo que ha dicho). En una ocasión no hablaron de alguien que tenía "las faringes cortas" y no se podía poner guantes (lógicamente, faringes iba por falanges), otras veces la respuesta ha sido tan expresiva que también nos ha hecho reír: "trabajaba menos que los Reyes Magos", "estaba más verde que un troncho" (en respuesta a la pregunta sobre la madurez del contrayente), "no lo sé; a mí me dieron un bote pa mear" (en respuesta a sobre cómo supo que estaba embarazada), y así otras muchas expresiones que quedan para los anales de la historia.
En fin, para los que piensen que mi trabajo es deprimente, sirvan estos ejemplos como demostración de que tratar con personas es lo mejor del mundo. Un verdadero regalo del cielo. Cada día me gusta más lo que hago y, en los días que vivimos, eso es un auténtico don de Dios.
Una de las causas más frecuentes de la creación de "palabras aproximadas" es el oído. Muchos jóvenes de mi generación aprendimos de oído a martirizar el del prójimo con nuestras dotes para la música: no sabemos leer una partitura ni falta que nos importa, porque como "tenemos buen oído" nos lanzamos sin piedad a ejecutar (en el más estricto sentido de la palabra) cualquier melodía que nos llegue a las trompas de eustaquio, y así nos va... Pues por ese mismo principio generador, bastantes de las personas que acuden a mi despacho traen la información aprendida "de oído" y por eso provocan en mí una sonrisa de agradecimiento, porque la gente es así de llana y sencilla, que habla de lo que oye y tal y como interpreta una palabra que desconoce: la aproxima a otra que sí conoce y que, intuye, se puede parecer. Trabajar en un lugar tan "extraño" como un Tribunal Eclesiástico da para mucho, y si no, a las pruebas me remito, pues comparto experiencias con abogados, psicólogos y, por supuesto, con los sacerdotes que también trabajan en este campo.
Sin dar más vueltas, pongo algunos ejemplos: me han pedido cita para informarse sobre la "anulidad" del matrimonio, otros directamente me han pedido que los anule ("quiero que me anule usted", ha sido una petición relativamente frecuente), o que les informe sobre la "inmunidad matrimonial". Esta última fue de traca, no sabía si echarme a reír o regalarle un casco cuando viniera, para que fuera inmune al matrimonio. También alguien me dijo que al leer la sentencia se quedó "irso flasto" para que le diera una "cataplasma".
Otras veces, la interpretación de las palabras la hemos compartido en sala, durante algunas declaraciones, en las que a duras penas nos hemos podido contener la risa (incluido el que estaba declarando, cuando se da cuenta de lo que ha dicho). En una ocasión no hablaron de alguien que tenía "las faringes cortas" y no se podía poner guantes (lógicamente, faringes iba por falanges), otras veces la respuesta ha sido tan expresiva que también nos ha hecho reír: "trabajaba menos que los Reyes Magos", "estaba más verde que un troncho" (en respuesta a la pregunta sobre la madurez del contrayente), "no lo sé; a mí me dieron un bote pa mear" (en respuesta a sobre cómo supo que estaba embarazada), y así otras muchas expresiones que quedan para los anales de la historia.
En fin, para los que piensen que mi trabajo es deprimente, sirvan estos ejemplos como demostración de que tratar con personas es lo mejor del mundo. Un verdadero regalo del cielo. Cada día me gusta más lo que hago y, en los días que vivimos, eso es un auténtico don de Dios.
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