Regomellos

Dice un principio del derecho que "lo que no está en las actas, no está en el mundo". Me parece que se puede aplicar a la vida de las personas. Muchas veces nos afanamos en interpretar lo que nos dicen, en lugar de limitarnos a escuchar y comprender lo que nos están diciendo. Así, si una persona nos comenta que ha estado de fiesta con un amigo común, a algunos nos da por pensar si ese amigo tiene algo contra nosotros y por eso no nos ha invitado... y así comienzan las guerras. Y, no digamos ya, si le hacemos caso a lo que nos dicen que otros han dicho de nosotros. Esto es muy común hoy en día, por desgracia. De aquí surgen malos entendidos que terminan con relaciones.
No debemos sobreentender nada, ni mucho menos "rellenar huecos" en lo que nos dicen. Pensemos cómo nos sentaría que en un restaurante nos pusiera el camarero los platos que él pensara que nos sentarían mejor, en vez de lo que en realidad le habíamos pedido. Pues en el tema de las relaciones sociales es lo mismo: si nos limitamos a escuchar lo que nos dicen, sin adornos, sin pensar en más allá de lo que estamos oyendo (en la intención por la que me dice esto, o en cualquier retorcimiento por el estilo), nos irían mejor las cosas.
En materia de relaciones con otras personas -sobre todo si son familia o amigos- creo que es mejor limitarse a escuchar y no juzgar y, mucho menos, investigar sobre esas intenciones ocultas que nos imaginamos que pueden estar detrás de lo que nos están diciendo.
Hay que ser simples y sencillos: no pensar en que "es que como me miró de tal manera, yo pensé que...". Sí, te miró de tal manera ¿y? ¿te dijo algo?. Si no te dijo nada, no intentes adivinar lo que el otro estaba pensando, porque te calentarás la cabeza sin necesidad y, además, conseguirás sacar las cosas de su sitio. Me recuerda esto la historia de aquel hombre que, yendo por la carretera, tuvo un pinchazo. Paró en el arcén y, cuando abrió el maletero, vio que no tenía gato para levantar el coche. Así que, cogió una linterna y comenzó a andar por la carretera. Cuando ya llevaba un buen trecho, vio una luz al final de un carril. Salió de la carretera y se encaminó hacia la luz; según iba avanzando, distinguía la silueta de una casa y comenzó a pensar: "Ahora, que me diga el tío que no tiene gato...". "Bueno, seguro que tiene porque vive en el campo y tiene que tener uno..." "Igual me pide dinero por prestármelo...". "¡Pues vaya tío, pedir dinero por prestar un gato!". "¡Como me pida más de cincuenta euros, se entera!". Al final, por fin llega a la casa y llama a la puerta. Le abre un señor y, sin mediar palabra, le dice: "¿Sabe que le digo? ¡¡Que se meta el gato donde le quepa!!".
Esta historia nos pasa mucho. Nos ponemos a dar vueltas, a imaginarnos lo que nos pueden decir o hacer, antes siquiera de hablar con el otro... Todavía, que yo sepa, no tenemos el don de la telepatía, no podemos leer la mente del otro, mucho menos interpretar su voluntad.
Seamos sencillos y simples, es mejor. Siempre lo más sencillo es lo mejor.

Comentarios

Entradas populares