Provisionalidad

Decía el Papa Francisco que la provisionalidad termina haciendo trizas las familias. Es absolutamente cierto. El ritmo de vida que llevamos, siempre corriendo como pollos sin cabeza, de un lado a otro y sin ton ni son, conducen al desastre, al caos vital, a ir tapando los agujeros de cada día sin poder pararse, no ya a descansar -que tampoco lo hacemos- sino a pensar en qué estamos haciendo y por qué tanta prisa.
Ketama tiene una canción que creo se titula "Paren el mundo", y viene a decir esto, que para qué tanto correr a ningún lugar. Así vamos dando tumbos de un día para otro sin darnos cuenta de que en cada uno de esos vaivenes vamos perdiendo lo esencial, el ser nosotros mismos, el compañero de viaje en nuestra vida, nuestra fe más profunda... se nos va rompiendo el alma, los trozos quedan desparramados por el camino y no tenemos tiempo de pararnos para recogerlos y recomponernos.
Me niego a seguir así. No quiero una "vida provisional", quiero vivir la vida que tengo gracias a Dios. Sin embargo, para ello hace falta renunciar a muchas cosas porque es imprescindible ser coherentes y vivir según nuestra fe. Y el precio que hoy pagamos por la coherencia es muy alto, aunque creo que en el fondo merece la pena. Si hay algo que el mundo, las personas, necesitan es la coherencia de vida, ser fiel a los principios de cada uno, y para poder tener esos principios y vivir según ellos hacen falta serenidad, paz y reflexión. ¡Vaya trío! Pues, con todo lo importantes que son esas tres cosas, sólo se alcanzan con una: la oración. Sólo abandonándonos en las manos del Señor podremos alcanzarlas, porque sólo Él nos puede dar la verdadera paz interior, ésa que se nos sale por los ojos cuando nos la regala desinteresadamente, como sólo Él hace las cosas.
La Paz con mayúsculas, la paz del alma, es la herramienta más eficaz contra la provisionalidad, porque nos permite ver las cosas justo en su medida, sin alterarnos ni acelerarnos; nos ayuda a tomar las decisiones importantes sopesando todas las circunstancias, teniendo presentes pros y contras. Es la paz y la serenidad que nos ayuda a seguir adelante cada día, pero -siempre hay un "pero"- al igual que ocurre con la Gracia de Dios, no se almacena; hay que pedirla cada día, como el pan en el Padrenuestro:
Danos, Señor, la paz nuestra de cada día para perdonar a quienes nos deben cosas (materiales o no) igual que nosotros los perdonamos a ellos. No nos dejes caer en la desesperación que lleva a las malas decisiones y líbranos del Mal. Amén.

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