Quiero mi milagro

En estos tiempos todos pedimos el milagro de... (que cada uno le ponga el apellido que más le guste). Miramos al cielo y pedimos que nos caiga la solución directamente de allá arriba, así, porque yo tengo derecho a que me arreglen las cosas, sin poner nada de mi parte (si no, ¿qué milagro sería ése?).
Pero no, las cosas no van así. No, señor.
Hace muy pocos días todo el mundo estaba celebrando -y con razón- la última copa que ha ganado la selección española de fútbol. ¡Qué prodigio de equipo! ¡Cómo se entienden entre ellos! ¿Nadie es capaz de extrapolar eso a la vida diaria?
Me explico: al día siguiente del partido final de la Eurocopa, comentábamos mi marido y yo la manera de jugar de este equipo y llegamos precisamente a ésa conclusión: ¡trabajan en equipo, como uno solo!. Creo que en un país de individuos como el nuestro, donde nos cuesta Dios y ayuda ser capaces sólo de plantearnos la posibilidad de tener que coordinarnos con el compañero para poder sacar adelante un trabajo, es de alabar que un entrenador sea capaz de conseguir eso: que once individuos dejen de lado su propia genialidad para trabajar como uno solo, aportando cada uno lo que mejor sabe hacer. Sólo así han podido ganar, perdiendo su egoísmo en favor del equipo.
Creo que ahí está la clave para tener éxito en la vida: renunciar a uno mismo en favor de los demás. La crisis económica no se va a terminar así como así, por más dinero que, aunque a regañadientes, nos dé el Banco Central Europeo. Mientras no arrimemos todos el hombro (incluidos los empresarios grandes, esos banqueros que no se han quitado ni un euro de su paga, y además van llorando porque ya no ganan tanto como antes) y seamos conscientes de que esto es cosa de todos, no remontaremos.
Además, estamos como estamos no sólo por la caída de la economía, sino porque los valores se cayeron antes; nos los dejamos por el camino porque no interesaba llevarlos encima, porque nos pesaban mucho. Nos hemos dejado atrás la sensatez sobre todo, muchos años de cigarras y muy pocos de hormigas y ahora, claro, ha llegado el mal tiempo y no tenemos más que llantos y exigencias al gobierno y a la corte celestial para que nos vuelvan los tiempos antiguos.
Oí ayer que "el final de algo es también el comienzo de otra cosa" y creo que se trata de eso. Aprender de lo pasado y mirar hacia el futuro, pero con la lección aprendida y siendo conscientes de que cada día, cada momento somos nosotros quienes tenemos que hacer lo necesario para sacar nuestro trabajo adelante y para hacer al prójimo un poco más feliz. Nadie lo va a hacer por nosotros.

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