De rebajas
Estamos de rebajas, ¿sabe usted? La crisis económica… que no vendemos ni una escoba… A ver si así, se acerca alguien…
Las rebajas, ese invento para poder vender la ropa almacenada y de difícil salida. Pero no sólo hay rebajas en el comercio. ¡Qué va! Hay rebajas por todos lados y en todos los ámbitos. Desde que yo recuerdo, por ejemplo, ha habido rebajas en cada reforma de la ley de educación, llámese como se llame: lode, lose, logse o las que vengan. Cada vez que hay una, se rebaja el nivel de exigencia para que, a ver si así, el alumno se queda más tiempo en la escuela. Total, ni siquiera se le pide que haga el más mínimo esfuerzo… ¡Ya aprenderá luego, cuando no encuentre trabajo por no tener cualificación alguna! Como leí en algún sitio: si se queja de los maestros, que espere a tener jefe.
También en nuestra querida Iglesia tenemos rebajas. A ver si así se acercan… se lo ponemos más fácil… No quiero decir con esto que añore tiempos pasados, pero sí que se están descuidando algunas cosas y luego así nos va. Me refiero a la preparación de los novios que quieren casarse por la iglesia.
Resulta que, para que les sea más fácil, se están reduciendo los cursillos prematrimoniales a la mínima expresión: un fin de semana. Incluso se han llegado a hacer en un día. Y todo, en aras de la facilidad: se rebajan los días y, por tanto, los temas han de ser reducidos a su mínima expresión. En unas horas se condensa lo que se debería explicar en seis o siete sesiones, como poco. ¿Alguien cree que eso, de verdad, les sirve de algo a los novios? Personalmente, creo que salen con la cabeza como un bombo y hartos del cura y de los que den las charlas.
Lo que no se aprende con tranquilidad y con tiempo, se queda cogido con alfileres (lo poco que se queda) y en cuestión de días se olvida completamente. Todos los que hemos sido estudiantes sabemos que no sirve para nada pegarse el atracón el día anterior al examen, porque luego se olvida casi todo de inmediato. Pues en el caso de los cursillos, lo mismo. No digamos ya, si ni siquiera se pide la más mínima formación antes de contraer matrimonio, o si ésta se limita a una breve charla del párroco el día que van a “firmar los papeles”.
Es cierto que todos los católicos tenemos derecho a casarnos porla Iglesia (el famoso ius connubii). Pero también es cierto que se trata de un Sacramento, de un encuentro personal con Cristo que tiene consecuencias en nuestra vida. Creo que es pecado consentir que una pareja de jóvenes acceda al matrimonio sin haber tenido la más mínima formación sobre lo que van a hacer: qué es un Sacramento, fines del matrimonio, derechos y obligaciones de los esposos, educación de los hijos, etc.
Tenemos derecho a contraer matrimonio, pero también el Matrimonio tiene derecho a ser conocido en toda su grandeza como sacramento y como contrato “especial” entre bautizados. Estamos en la época del ya.com, todo se quiere rápido y al momento, pero cuando se trata del matrimonio, creo que hay que dedicarle todo el tiempo que sea necesario por parte de aquellos que decimos dedicarnos a la pastoral familiar. El tiempo que se emplea en hablar con estas parejas, todo lo que se les explique y, lo más esencial, el testimonio que ellos puedan percibir de nosotros como matrimonios cristianos, jamás caerá en saco roto, porque se trata de hablarles de amor y del Amor más grande de todos: el de Jesús que, no lo olvidemos, hizo su primer milagro en una boda.
Las rebajas, ese invento para poder vender la ropa almacenada y de difícil salida. Pero no sólo hay rebajas en el comercio. ¡Qué va! Hay rebajas por todos lados y en todos los ámbitos. Desde que yo recuerdo, por ejemplo, ha habido rebajas en cada reforma de la ley de educación, llámese como se llame: lode, lose, logse o las que vengan. Cada vez que hay una, se rebaja el nivel de exigencia para que, a ver si así, el alumno se queda más tiempo en la escuela. Total, ni siquiera se le pide que haga el más mínimo esfuerzo… ¡Ya aprenderá luego, cuando no encuentre trabajo por no tener cualificación alguna! Como leí en algún sitio: si se queja de los maestros, que espere a tener jefe.
También en nuestra querida Iglesia tenemos rebajas. A ver si así se acercan… se lo ponemos más fácil… No quiero decir con esto que añore tiempos pasados, pero sí que se están descuidando algunas cosas y luego así nos va. Me refiero a la preparación de los novios que quieren casarse por la iglesia.
Resulta que, para que les sea más fácil, se están reduciendo los cursillos prematrimoniales a la mínima expresión: un fin de semana. Incluso se han llegado a hacer en un día. Y todo, en aras de la facilidad: se rebajan los días y, por tanto, los temas han de ser reducidos a su mínima expresión. En unas horas se condensa lo que se debería explicar en seis o siete sesiones, como poco. ¿Alguien cree que eso, de verdad, les sirve de algo a los novios? Personalmente, creo que salen con la cabeza como un bombo y hartos del cura y de los que den las charlas.
Lo que no se aprende con tranquilidad y con tiempo, se queda cogido con alfileres (lo poco que se queda) y en cuestión de días se olvida completamente. Todos los que hemos sido estudiantes sabemos que no sirve para nada pegarse el atracón el día anterior al examen, porque luego se olvida casi todo de inmediato. Pues en el caso de los cursillos, lo mismo. No digamos ya, si ni siquiera se pide la más mínima formación antes de contraer matrimonio, o si ésta se limita a una breve charla del párroco el día que van a “firmar los papeles”.
Es cierto que todos los católicos tenemos derecho a casarnos por
Tenemos derecho a contraer matrimonio, pero también el Matrimonio tiene derecho a ser conocido en toda su grandeza como sacramento y como contrato “especial” entre bautizados. Estamos en la época del ya.com, todo se quiere rápido y al momento, pero cuando se trata del matrimonio, creo que hay que dedicarle todo el tiempo que sea necesario por parte de aquellos que decimos dedicarnos a la pastoral familiar. El tiempo que se emplea en hablar con estas parejas, todo lo que se les explique y, lo más esencial, el testimonio que ellos puedan percibir de nosotros como matrimonios cristianos, jamás caerá en saco roto, porque se trata de hablarles de amor y del Amor más grande de todos: el de Jesús que, no lo olvidemos, hizo su primer milagro en una boda.
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