Formación ¿para qué?
Todos estamos de acuerdo en que hoy es imprescindible una buena formación para poder acceder a casi todo, desde un empleo hasta poder subir dentro del escalafón empresarial. Sin embargo, existe otra "formación", mucho más específica y concreta, que no se está ofreciendo -a mi entender- de modo que sea de utilidad para el futuro de las nuevas familias que nacen fruto del matrimonio por la Iglesia.
Me refiero a los conocidos "cursillos prematrimoniales". Hace ya casi treinta años, nuestro querido Pontífice Juan Pablo II, decía: “En nuestros días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar. En algunos países siguen siendo las familias mismas las que, según antiguas usanzas, transmiten a los jóvenes los valores relativos a la vida matrimonial y familiar mediante una progresiva obra de educación o iniciación. Pero los cambios que han sobrevenido en casi todas las sociedades modernas exigen que no sólo la familia, sino también la sociedad y la Iglesia se comprometan en el esfuerzo de preparar convenientemente a los jóvenes para las responsabilidades de su futuro.” (Familiaris consortio, 66). Más adelante, hace una propuesta de formación para futuros matrimonios en tres fases: preparación remota, próxima e inmediata.
La formación inmediata es la que se está haciendo en la actualidad, lo que conocemos como “cursillos prematrimoniales”, dirigida a las parejas que van a contraer matrimonio en fechas cercanas. Sin embargo, nos perdemos lo mejor, lo esencial, la formación desde la infancia y en familia. ¿Tan pronto? Pues sí, tan pronto. Cuanto antes vivan, vean y comprendan lo que significan palabras como “entrega”, “gratuidad”, “sacrificio”, “amor incondicional”, “diálogo”, “comprensión”, etc. mejor para ellos porque aprenderán lo que es el amor verdadero, único requisito para que una relación conyugal funcione. Si a esto añadimos otros conceptos esenciales como “fe”, “amor de Dios”, “oración”, “compasión”, etc. la formación será más completa.
El primer cursillo prematrimonial se hace desde la cuna, siendo ejemplos vivos para los hijos desde que son pequeños. Cito otra vez a Juan Pablo II en el mismo texto: “La preparación remota comienza desde la infancia, en la juiciosa pedagogía familiar, orientada a conducir a los niños a descubrirse a sí mismos como seres dotados de una rica y compleja psicología y de una personalidad particular con sus fuerzas y debilidades. Es el período en que se imbuye la estima por todo auténtico valor humano, tanto en las relaciones interpersonales como en las sociales, con todo lo que significa para la formación del carácter, para el dominio y recto uso de las propias inclinaciones, para el modo de considerar y encontrar a las personas del otro sexo, etc. Se exige, además, especialmente para los cristianos, una sólida formación espiritual y catequística, que sepa mostrar en el matrimonio una verdadera vocación y misión, sin excluir la posibilidad del don total de sí mismo a Dios en la vocación a la vida sacerdotal o religiosa.” (Ib.)
Tras esta fase, la “preparación próxima” está destinada a jóvenes (debería ser complemento a la catequesis parroquial) para que comprendan el verdadero alcance y significado del don del amor conyugal, del ejercicio responsable de la sexualidad dentro del matrimonio, “la formación religiosa de los jóvenes deberá ser integrada, en el momento oportuno y según las diversas exigencias concretas, por una preparación a la vida en pareja que, presentando el matrimonio como una relación interpersonal del hombre y de la mujer a desarrollarse continuamente, estimule a profundizar en los problemas de la sexualidad conyugal y de la paternidad responsable, con los conocimientos médico-biológicos esenciales que están en conexión con ella y los encamine a la familiaridad con rectos métodos de educación de los hijos, favoreciendo la adquisición de los elementos de base para una ordenada conducción de la familia (trabajo estable, suficiente disponibilidad financiera, sabia administración, nociones de economía doméstica, etc.).” (Ib.)
Sería una buena opción releer (o leer por primera vez) esta Exhortación pastoral del Papa Juan Pablo II. Se publicó el 22 de noviembre de 1981, pero creo que hoy está de completa actualidad. Todos aprenderemos mucho y, ojalá, seamos capaces de ponerla en práctica. Sería una verdadera apuesta por el futuro, por los jóvenes que deseen compartir su vida y formar una familia cristiana.
Me refiero a los conocidos "cursillos prematrimoniales". Hace ya casi treinta años, nuestro querido Pontífice Juan Pablo II, decía: “En nuestros días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar. En algunos países siguen siendo las familias mismas las que, según antiguas usanzas, transmiten a los jóvenes los valores relativos a la vida matrimonial y familiar mediante una progresiva obra de educación o iniciación. Pero los cambios que han sobrevenido en casi todas las sociedades modernas exigen que no sólo la familia, sino también la sociedad y la Iglesia se comprometan en el esfuerzo de preparar convenientemente a los jóvenes para las responsabilidades de su futuro.” (Familiaris consortio, 66). Más adelante, hace una propuesta de formación para futuros matrimonios en tres fases: preparación remota, próxima e inmediata.
La formación inmediata es la que se está haciendo en la actualidad, lo que conocemos como “cursillos prematrimoniales”, dirigida a las parejas que van a contraer matrimonio en fechas cercanas. Sin embargo, nos perdemos lo mejor, lo esencial, la formación desde la infancia y en familia. ¿Tan pronto? Pues sí, tan pronto. Cuanto antes vivan, vean y comprendan lo que significan palabras como “entrega”, “gratuidad”, “sacrificio”, “amor incondicional”, “diálogo”, “comprensión”, etc. mejor para ellos porque aprenderán lo que es el amor verdadero, único requisito para que una relación conyugal funcione. Si a esto añadimos otros conceptos esenciales como “fe”, “amor de Dios”, “oración”, “compasión”, etc. la formación será más completa.
El primer cursillo prematrimonial se hace desde la cuna, siendo ejemplos vivos para los hijos desde que son pequeños. Cito otra vez a Juan Pablo II en el mismo texto: “La preparación remota comienza desde la infancia, en la juiciosa pedagogía familiar, orientada a conducir a los niños a descubrirse a sí mismos como seres dotados de una rica y compleja psicología y de una personalidad particular con sus fuerzas y debilidades. Es el período en que se imbuye la estima por todo auténtico valor humano, tanto en las relaciones interpersonales como en las sociales, con todo lo que significa para la formación del carácter, para el dominio y recto uso de las propias inclinaciones, para el modo de considerar y encontrar a las personas del otro sexo, etc. Se exige, además, especialmente para los cristianos, una sólida formación espiritual y catequística, que sepa mostrar en el matrimonio una verdadera vocación y misión, sin excluir la posibilidad del don total de sí mismo a Dios en la vocación a la vida sacerdotal o religiosa.” (Ib.)
Tras esta fase, la “preparación próxima” está destinada a jóvenes (debería ser complemento a la catequesis parroquial) para que comprendan el verdadero alcance y significado del don del amor conyugal, del ejercicio responsable de la sexualidad dentro del matrimonio, “la formación religiosa de los jóvenes deberá ser integrada, en el momento oportuno y según las diversas exigencias concretas, por una preparación a la vida en pareja que, presentando el matrimonio como una relación interpersonal del hombre y de la mujer a desarrollarse continuamente, estimule a profundizar en los problemas de la sexualidad conyugal y de la paternidad responsable, con los conocimientos médico-biológicos esenciales que están en conexión con ella y los encamine a la familiaridad con rectos métodos de educación de los hijos, favoreciendo la adquisición de los elementos de base para una ordenada conducción de la familia (trabajo estable, suficiente disponibilidad financiera, sabia administración, nociones de economía doméstica, etc.).” (Ib.)
Sería una buena opción releer (o leer por primera vez) esta Exhortación pastoral del Papa Juan Pablo II. Se publicó el 22 de noviembre de 1981, pero creo que hoy está de completa actualidad. Todos aprenderemos mucho y, ojalá, seamos capaces de ponerla en práctica. Sería una verdadera apuesta por el futuro, por los jóvenes que deseen compartir su vida y formar una familia cristiana.
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