Estamos en crisis

Hace unos meses, oí en un medio de comunicación que, entre las muchas consecuencias de la conocida crisis económica que está atravesando nuestra querida España, se encuentra una reducción en el número de separaciones y divorcios. La noticia venía a decir, más o menos lo siguiente: “La gente prefiere ‘aguantar’ tal y como está, antes de meterse en un divorcio, que siempre es bastante costoso”.

Resulta, cuanto menos, curioso el razonamiento: aunque no puedo soportar seguir viviendo contigo, me aguanto porque no me puedo costear los gastos de un divorcio. Entonces, ¿para dar una oportunidad al matrimonio es necesario no llegar a fin de mes? ¡Que alguien me lo explique, por favor! Yo conocía la importancia que nuestra globalizada y progresista sociedad daba al dinero, pero no creí que llegara a estos extremos.

Este tema del dinero me lleva a pensar en otra de las mentiras que se dicen sobre la nulidad matrimonial: lo caras que son. Resulta que son caríííísimas….
Pues no, mire usted, no lo son. En primer lugar, porque en el Tribunal Eclesiástico (en la Iglesia) no estamos para ganar dinero, sino para servir y acoger a los que nos necesitan. En segundo lugar, porque si comparamos los aranceles del Tribunal con los honorarios que cobran algunos letrados, la diferencia es astronómica: los honorarios que percibe un abogado son ostensiblemente mayores que los que se piden desde el Tribunal. Además, existe la posibilidad de que aquella persona que no tenga dinero, no pague ni un solo céntimo.

Si miramos las estadísticas, entre 2004 y 2008 se han tramitado 27 causas de reducción de aranceles o de gratuito patrocinio. Todas las personas que solicitaron y obtuvieron esta reducción o exención, tuvieron además un abogado que las asesoró y redujo sus honorarios (estipulados por el Tribunal Eclesiástico de Jaén, según Decreto firmado por los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Granada en mayo de 2008) en proporción a lo que el Sr. Vicario judicial ordenó, o bien –en el caso de patrocinio gratuito- no recibieron emolumento alguno por su trabajo (es decir, que lo hicieron totalmente gratis). Tengo la satisfacción de decir que todos y cada uno de los abogados que trabajan con nuestro Tribunal diocesano son muy eficientes en su tarea y que no distinguen entre los clientes “de pago” y los “del seguro”. El Señor se lo pagará.

El Decreto a que he hecho referencia, fija las tasas por una causa de nulidad en primera instancia (Jaén) en 1.100 €. La ratificación de sentencia en segunda instancia (Granada) asciende a 300 €. También es necesario decir que, en el caso de que en la primera instancia se haya concedido una reducción o exención de tasas, la segunda instancia también reducirá sus aranceles en la misma proporción.

El hecho de no poder pagarlo no debe ser obstáculo para que cualquier bautizado se acerque al Tribunal para preguntar sobre la validez de su matrimonio, máxime si tenemos en cuenta que las astronómicas cifras que en la prensa rosa se dice que cobra la Iglesia son falsas en su totalidad. Cuestión diferente son los honorarios que determinados abogados cobran y que pueden ser hasta millones de pesetas.

No perdamos nunca de vista que la Iglesia es Madre y que vela siempre por los intereses de sus hijos. Para terminar, una anécdota que viví hará unos años: Fue en una jornada de formación permanente para sacerdotes. A la organización se le ocurrió hacer una mesa redonda con profesionales del Derecho y la Psicología para acercar el tema de las nulidades matrimoniales a los sacerdotes y que así pudieran orientar mejor a sus fieles. Me invitaron como Notaria del Tribunal a asistir. Una de las asistentes (casualmente éramos tres mujeres), abogada rotal, hizo una manifestación que nos hizo pensar: “El abogado que se dedique a estos temas debe tener un plus de ética, porque se trata de la salvación de las almas, no como en otros procesos civiles”.

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